Inaugurado apenas hace tres meses en pomposa celebración encabezada por el mismísimo mandatario Enrique Peña Nieto, el Paso Exprés de la autopista México – Cuernavaca colapsó a la altura del kilómetro 93 el pasado miércoles, cobrando pérdidas humanas y materiales, y agregando una factura más a la larga lista de evidencias de corrupción en el país.
En este caso, la opinión pública y la publicada podrán ser el factor de presión para que se tomen las medidas jurídicas que lleven al castigo a los responsables de lo que podría ser un hecho de negligencia durante el proceso de rehabilitación de este tramo carretero que ya estaba en funcionamiento. Sin embargo, en la vida cotidiana hay otros muchos asuntos que trastocan la normalidad social y que permanecen en total impunidad.
Desde la precaria calidad de las pavimentaciones que derivan en baches y percances automovilísticos, pasando por la proliferación de armas en manos de civiles en muchos lugares del país, hasta el asentamiento de franquicias, desarrollos de vivienda y minas en territorios donde han conseguido permisos de cambio de uso de suelo de forma irregular; todos estos actos hablan de la debilidad estructural del estado mexicano llamada corrupción.
Este fenómeno cobra la cara de los “moches” que otorgan los constructores a los representantes populares para poder adjudicarse la ejecución de obra pública, claro, en detrimento de los atributos de las mismas y, otras veces, asume la forma de “mordida” entregada en contraprestación a la autoridad para permitir a ciudadanos y empresas violentar la “costosa” legalidad; pero sea cual fuere su rostro, la corrupción tiene siempre efectos nocivos la calidad moral de las instituciones y el desarrollo del país.
El Instituto Mexicano para la Competitividad ha dicho que la corrupción podría “valuarse” en algo así como el equivalente al 10 por ciento del Producto Interno Bruto del país, esto es, dos millones de millones de pesos; cifra que sin embargo no considera las nefastas externalidades de este fenómeno, como podrían ser la pérdida de vidas humanas y de tiempo productivo de cientos de transeúntes que ocasionó, por ejemplo, el ya citado accidente vial.
A ello hay que agregar que la comunidad internacional sigue viendo con asombro los niveles de corrupción e impunidad que prevalecen en el país, situación que sin duda lastima las posibilidades de atracción de divisas a la estancada economía mexicana. En este sentido, el Departamento de Estado Norteamericano ha señalado a sus ciudadanos a través del documento denominado “Declaraciones sobre el clima de inversiones 2017”, que en México la corrupción, entre otros factores, es un elemento de riesgo que podría afectar el flujo de la inversión extranjera directa.
Por ello es que la caída del llamado “Paso Exprés” abofetea con guantes de acero el rostro de la clase política gobernante, que entre Casa Blanca, Malinalco, Duarte, Padrés y otras tantas demostraciones de inmoralidad, sigue, sin embargo, moviéndose con inusitada vitalidad. Quizá además (y esto es un deseo profundo de muchos), el socavón mencionado sea la premonición del hundimiento que está por verse al nivel de las más altas cúpulas del poder en el país.
Obtenido de: http://homozapping.com.mx/2017/07/el-socavon-de-la-corrupcion/