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Tiempo electoral y de políticos estafadores

El Piñero

Luis Velázquez | Barandal
26 de mayo de 2021

ESCALERAS: La autoridad electoral y política dirá misa, pero a los indígenas, campesinos y una parte considerable de los obreros, quizá la mayoría, les valen los candidatos a presidentes municipales y diputados locales y federales en Veracruz. Y quizá, en el país.

En ellos se cumple el principio bíblico de pobre naciste, pobre vives y pobres morirás.

Los tatarabuelos, los abuelos y los padres, y parte de los hijos, abriendo el surco en el campo para sembrar maicito y frijolito, sin que nunca mejoren su calidad de vida.

Políticos se encumbran y ascienden al poder y ellos igual de jodidos.

PASAMANOS: En el siglo pasado, famosos “los acarreados” tanto indígenas y campesinos como obreros.

En aquel tiempo glorioso de Fidel Velázquez, los trabajadores votaban con sus familias en las urnas bajo la advertencia y la amenaza de que si se volvían abstencionistas entonces perderían la plaza laboral.

Fue el mismo caso de la CNOP con los burócratas. Y de la CNC, Confederación Nacional Campesina, con los hombres del campo.

“No vengo por mi voluntad. Voy a fuerza” se atrevía uno que otro campesino y obrero colgando cartulina sobre el pecho.

CORREDORES: Presidentes de la república, gobernadores y alcaldes van y vienen y todos ellos continúan igual. O peor.

Sean del partido político que sean. Priistas, panistas, perredistas, morenistas, anexos y conexos.

Todos, sin excepción, vendiendo esperanzas burdas y baratas. Promesas incumplidas. Locuaces habladores. Las Lenguas de Oro que bien merecerían el Oscar Dicharachero.

Se ignora si de acuerdo con el comportamiento electoral, los indígenas, por ejemplo, quienes suelen vivir en los rincones más arrinconados de las montañas, sigan “acarreados” para votar.

Han sido, son, demasiados años y sexenios y cuatrienios de demagogia y populismo.

Y, bueno, “la burra no era arisca, pero la volvieron”, reza el dicho social.

BALCONES: En la sierra de Zongolica, en el municipio de Tehuipango, vivía Celedonio Macuistle Tecpile, con su familia, su esposa Rosita, y sus hijos, un montón.

Era cortador de caña, café y cítricos. Y en cada temporada sacaba a su hijo Noel de la escuela primaria para la zafra porque significaba una mano de obra más para ganar unos centavitos.

Un día, llegó al pueblo el antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán y buscó un auxiliar para caminar en la montaña negra y Celedonio Macuistle se ofreció, conocedor que era de la sierra.

PASILLOS: Aguirre Beltrán lo aceptó y juntos caminaron mucho tiempo y en varias temporadas.

Y cada vez, el famoso antropólogo le ofrecía y garantizaba una mejor calidad de vida y que lo ayudaría con sus relaciones en Xalapa, la capital.

Nunca cumplió el señor antropólogo. Agarró de tonto a Celedonio. Le vendió chorizos y le creyó, hombre indígena necesitado. Un día, así nomás, desapareció del mapa.

Desde entonces, Celedonio perdió la fe en los políticos y en los partidos políticos, el PRI, que era el fuerte en el siglo pasado.

VENTANAS: La historia breve y sucinta de Celedonio significa la biografía social del cien por ciento de los indígenas, campesinos y obreros.

Siempre utilizados como “carne de cañón”. Siempre, “acarreados”. Siempre obligados a votar. Siempre pastoreados.

Primero, creyeron en el otro mundo, el paraíso celestial, donde serían felices según la oferta de los ministros de Dios.

Y fueron estafados.

Después, creyeron en los políticos. Y de nuevo, timados. Engañados. Usados.

Siempre en la pobreza. Y en la miseria. Y en la jodidez. Y por desventura, confiando “en los rayitos de esperanza”, ajá, que de vez en vez suelen aparecer en la vida pública…

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