- Y moral. Y social. Y penal
Barandal
Luis Velázquez
Veracruz.- ESCALERAS: Los duartistas han llegado a la degradación moral y ética. Incluso, política y social. En una estrategia desesperada de salvarse ante la yunicidad unos a otros se están descobijando. Y se exhiben. Y denuncian.
El último es Arturo Bermúdez Zurita, el secretario de Seguridad Pública, preso en el penal de Pacho Viejo.
El trascendido es lacónico y sencillo, contundente:
Según la carpeta de investigación de la Fiscalía azul, Bermúdez reveló que Javier Duarte y el ex Fiscal, Luis Ángel Bravo Contreras, detenido el domingo 17 (día del Mundial de México ante Alemania) en la Ciudad de México, “ordenaron la desaparición de los trece cadáveres y cerca de 200 restos óseos para evitar que ‘madrearan’ en el campo mediático a Duarte” (La Jornada, Jair García, 19 de junio, 2018).
El viejo proverbio popular sigue vigente. Si yo me hundo, también tú. Antes de hundirme yo, mejor tú. En vez de que lloren en mi casa que lloren en la tuya.
La traición, dice el politólogo Carlos Ronzón Verónica, es consustancial en la política.
En todo caso, permea en la vida cotidiana y es más notoria en la vida pública… por razón natural.
Y más, durmiendo en la cárcel.
PASAMANOS: La yunicidad tiene a treinta y cuatro duartistas presos en Pacho Viejo. Más los que faltan.
Y la cárcel, dice el vecino, siempre marca, así estés un día, un mes, un año, varios años.
Por ejemplo, en la cancha política, penitenciaria y mediática ha quedado claro que varios duartistas han descarrilado entre sí con el único objetivo de ver si pueden librar la acción de la justicia.
María Georgina Domínguez Colio, la primera directora de Comunicación Social de Duarte, “curándose en salud” y asegurando que Alberto Silva Ramos, diputado federal, fue quien desvió dos mil millones de pesos.
Silva Ramos, quien y por lo pronto pulverizó un par de solicitudes de desafuero de la Fiscalía, reviró en contra de Gina y dijo que la (presunta) desviadora de recursos oficiales era ella.
Mauricio Audirac Murillo, ex titular del Órgano de Fiscalización Superior, ex Contralor y ex secretario de Finanzas y Planeación, preso en Pacho Viejo, inculpó a su enemigo perpetuo, Ricardo García Guzmán, cacique huasteco, ex alcalde, ex diputado local y ex Contralor y ex priista, del desvío de recursos del que la yunicidad lo acusa.
Juan Antonio Nemi Dib, ex secretario de Salud, mentando la madre al sucesor, Fernando Benítez Obeso.
Ahora, Bermúdez Zurita “se lavó las manos” y aseguró que Javier Duarte y Bravo Contreras ordenaron la desaparición de los trece cadáveres arrojados en la barranca de la muerte, “La aurora”, en el municipio de Emiliano Zapata.
Ni modo, la traición es inevitable.
CORREDORES: En su novela “El arlequín”, Morris West cuenta la historia de un par de magnates disputando el mercado. Al final, matan a sus familias y se matan entre ellos. Y un tercero queda campeón.
Arturo Bermúdez denunciando a Bravo Contreras para, digamos, atenuar su culpa y/o en todo caso, ver si la libra, caray, la vida con sus peores karmas y vibras.
Peor aún si se considera que Bermúdez también tronó en contra de Javier Duarte, quien lo encumbró, primero, como director del C-4 en el sexenio de Fidel Herrera.
Y luego, en el suyo lo impuso como un secretario poderosísimo que manejaba seguridad pública, los penales y las delegaciones de Tránsito, sin nunca, jamás, rendir cuentas claras, pues el ORFIS, Órgano de Fiscalización Superior, la Contraloría, la secretaría de Finanzas y Planeación y la Comisión de Vigilancia del Congreso estaban a sus órdenes.
Además, claro, de la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas (Namiko Matsumoto).
Una traición, pues, a Javier Duarte, sin nombre, más allá de la ignominia.
RODAPIÉ: Arturo Bermúdez se llevó mal con los tres procuradores de Duarte. Dueño del día y de la noche, siempre impuso su voluntad, además, de pitorrearse de todos.
Quiso imponer su ley con Reynaldo Escobar Pérez, el primer Procurador, y topó con pared, aun cuando hacia el final, y luego del tiradero de los 33 cadáveres en el paso a desnivel de la avenida Ruiz Cortines, en Boca del Río, Duarte inculpó a Reynaldo en vez de a Bermúdez Zurita.
Y luego de un pleito canijo, Reynaldo dimitió.
Bermúdez quiso mangonear a Felipe Amadeo Flores Espinoza y nunca se llevaron bien y hacia el final del día y de la noche, Duarte prefirió a Bermúdez.
Entonces, llegó Luis Ángel Bravo Contreras y la historia se repitió.
Un día, Duarte ordenó a los dos que al día siguiente temprano se pusieran unos shorts deportivos y corrieran en el bulevar Ávila Camacho del puerto jarocho y les envió fotógrafos y camarógrafos para inmortalizar el momento.
Ambos cumplieron, pero “la distancia entre los dos” se mantuvo lejos.
Ahora, Bermúdez y Bravo Contreras internos en el penal de Pacho Viejo, Bermúdez tiró la primera piedra en contra del ex Fiscal y denuncia que junto con Duarte desaparecieron los cadáveres.
La degradación moral, ética, penal, política y social, en su dimensión estelar.
BALAUSTRES: He ahí la calidad moral de todos ellos.
Y más, por lo siguiente:
Si en el duartazgo sabían la realidad cruda y sórdida y siniestra del sexenio en que participaban, primero, callaron.
Segundo, nunca, jamás, renunciaron, y por el contrario, prefirieron seguir encaramados en el poder.
Y tercero, menos, mucho menos, dimitieron e interpusieron la denuncia penal a la que estaban obligados según la Ley de Responsabilidades de Funcionarios Públicos.
Ahora, se descobijan entre ellos.
¡Qué tipos!