VICENTE BELLO
México.- Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, México enfrentará una de las etapas más difíciles de su historia. Etapa agravada, sin duda, por la inaudita ineptitud, altísimo grado de entreguismo, cobardía y traición a los intereses nacionales que el gobierno de Enrique Peña Nieto ha demostrado, desde que llegó, en su relación con el gobierno estadounidense.
Nada mortifica más a los mexicanos hoy que tener a un presidente de la República absolutamente sometido e intimidado por los gringos. No ha sido gratuita la opinión de muchos mexicanos cuando afirman que, estando en la presidencia de México un individuo como Peña Nieto, los gringos no tuvieron necesidad de disparar un solo tiro para volver a adueñarse literalmente de México, como lo hicieron en 1847; aquella vez, con una guerra de por medio.
Aquella vez los gringos se robaron más de 2 millones de kilómetros cuadrados, la mitad del territorio del México del siglo XIX. Ahora pareciera que vinieron por el resto.
Desde que este bárbaro asumió la presidencia de México el 1 de diciembre de 2012, los estadounidenses ya se adueñaron de prácticamente todas las playas y terrenos costeros del país.
Letreros de “Este terreno es propiedad privada”, suele leerse a la vera de los caminos paralelos a las costas y playas mexicanas. Terrenos que colindan con el mar, que lo mismo tienen playa que cerros enteros y cuyos dueños son estadounidenses el 99 por ciento. Y para ello Peña contó con políticos almas de cántaro como Manlio Fabio Beltrones, que ahora –en plena quemazón- pretende hacerse el tiololo.
Pero la entrega escandalosa de las playas y costas mexicanas (diciembre de 2012) sólo fueron el entremés de un super banquete que Peña puso a Estados Unidos y a países como Inglaterra y España, cuando con ayuda del Pan, Prd, Pri y Pvem, en el Congreso de la Unión en agosto de 2014, incurrió en una de las más graves vilezas contra el país: la privatización energética, con la engañifa de que habría más empleos y los precios de las gasolinas, energía eléctrica y gas bajarían para gozo y felicidad de la población.
Parece que fue ayer cuando un coro (de voces como la del mismo Peña, Videgaray y Penchyna) se levantó con ayuda de las televisoras para confundir y engañar a la gente, asegurándole que permitir la inversión extranjera en los campos petroleros era beneficioso para los mexicanos.
Si Hillary Clinton y Barack Obama, aprovechándose del infelizaje y analfabetismo en materia de historia de Peña Nieto, lograron lo que lograron en México para la causa de su país, ahora con el arribo a la presidencia de Estados Unidos de este halcón, para el grueso de los mexicanos es de augurar que la situación se pondrá color de hormiga. Y que lo único que se puede esperar, con certeza, de parte del gobierno de Enrique Peña Nieto no es la defensa a ultranza de la soberanía, sino la claudicación a priori, el arrodillamiento, la humillación a ultranza de un gobierno que, hasta el momento, no da señales de conocer la dignidad y el amor a la Patria.
Cuando se supo en noviembre que el triunfo era de Donald Trump, entonces el gobierno de Peña Nieto no relacionó ni anticipó con la dignidad y hombría que sí lo hicieron líderes de países como la de Alemania, que advirtió a Trump que debía imponerse como prioridad el respeto a la comunidad internacional.
No. A contrapelo de la idiosincrasia de los mexicanos –y de la historia de un México históricamente agraviado por los estadounidenses-, el presidente Peña reaccionó intimidado, con el miedo transpirado en los poros. Y lo primero que hizo, como señal de acercamiento hacia Trump, fue colocar a ese gran judas mexicano de nombre Luis Videgaray Caso, como encargado del despacho presidencial de la política exterior.
El mismo Videgaray que fue a recibir al aeropuerto de la ciudad de México a Donald Trump, cuando éste parecía estar en la lona durante su campaña presidencial, recibiéndolo como si ya fuese entonces un jefe de Estado.
Pues sí, en el alto grado de sometimiento hacia los estadounidenses está la mayor mortificación de los mexicanos ante la asunción al poder presidencial estadounidense de Donald Trump.
Si México no tuviera un presidente tan acobardado e inepto, entonces podría ser que hasta le beneficiaría este cambio radical de gobierno en los Estados Unidos. Así lo comenzaban a ver personajes de la vida nacional como Cuauhtémoc Cárdenas, y el mismo Senado de la República.
Cárdenas, verbigracia, opina que es una gran oportunidad para que el pueblo de México se libere de los Estados Unidos, se fortalezca la economía interna y los ojos de México miren hacia la diversificación en serio, y se rompa la dependencia a los Estados Unidos, a la que empujaron los tratados comerciales firmados en el Salinato.
Ayer, víspera de la llegada de Trump, el Senado emitió un pronunciamiento histórico: dijo que vigilará que la soberanía y el interés nacional queden salvaguardados en cada una de las acciones que emprenda el presidente Enrique Peña Nieto frente a Donald Trump”.
Lo firmaron todos los coordinadores, incluido entre éstos el líder del PT Manuel Bartlett Díaz, lo que da al pronunciamiento del Senado garantía de seriedad. Y extiende en el mismo documento “un llamado a la unidad del pueblo de México para que en esta coyuntura difícil, desde la fuerza de las diversidades y del pluralismo político, las legítimas diferencias sean sometidas al interés superior de la nación”.
Veremos.