- Jóvenes emprendedores
- Vendedor de churros
- Guardería de madre soltera
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- UNO. Jóvenes emprendedores
Hay tres historias fascinantes en estas horas de desconsuelo por tanto desempleo, subempleo y salarios mezquinos y de hambre.
Un joven de 22 años se graduó como licenciado en Nutrición. Tocó puertas oficiales y privadas y ninguna se abrió.
Metió solicitudes en varias oficinas, convocó la solidaridad de sus maestros, entregó su inmejorable boleta de calificaciones graduado con mención honorífica, y ni siquiera, vaya por la más elemental cortesía humana, decencia, le contestaron.
Se cansó de esperar, con todo y que la esperanza es una sabia virtud para alcanzar objetivos, dicen los teóricos de la fe.
Entonces se encontró con otro compañero de la facultad que andaba igual.
Platicaron. Soñaron y atrás de la utopía se lanzaron al fondo del mar.
Hablaron con sus padres y tíos y primos. Y entre todos les ayudaron para poner una pizzería.
Alquilaron un cuartito que habilitaron en una calle de la ciudad, cerca de varias escuelas, jóvenes como ellos.
Llenos de optimismo y mucha, muchísima fe en ellos, empezaron.
En tiempos de clases, les fue súper. El 90 por ciento de la clientela, estudiantes. El resto, vecinos, empleados de otros negocitos por ahí.
Flotaban sus legítimos sueños, flotaba la utopía como un caballo alado con vientos favorables.
Entonces, el Ayuntamiento de Boca del Río comenzó la remodelación de la avenida Urano. Y la avenida se volvió un cráter lunar. Prohibida la circulación. Caos a todas horas.
Y el negocito de la pizzería se vino abajo.
El par de chicos compró dos bicicletas y ahora reparten pizzerías a domicilio, luego de atiborrar colonias populares vecinas con volantes.
Ellos luchan contra “los molinos de viento”. Mejor dicho, contra la realidad estrujante que tiene a un millón de habitantes de Veracruz en Estados Unidos como migrantes sin papeles y a unos diez mil paisanos en los campos agrícolas del Valle de San Quintín y que en realidad son campos de concentración.
Sueñan con ser sus propios jefes, sus propios patrones.
DOS. Vendedor de churros
El es un joven luchador, padre de un hijo. Quedó desempleado por “su pinche salario de hambre”. Apenas, apenitas, el salario mínimo. Y sin las prestaciones sociales, económicas y médicas tan cacareadas en la Ley Federal del Trabajo.
Logró una chambita. Vendedor de churros en el crucero de la esquina. Todas las tardes con unas bolsitas de churros en la canasta caminando en medio de los automovilistas en la esquina, el semáforo en rojo, con una sonrisita Colgate y unos ojos clamando misericordia.
El patrón lo contrató, digamos, a comisión. El pago diario de acuerdo con el número de churros vendidos.
De 5, 6 de la tarde a diez, once de la noche, quizá.
Se hartó.
Un día, y como parte de su estrategia, mejor pidió que lo enseñaran a hacer churros.
Aprendió el oficio. Y lo pulió y lo repulió en el arte de cocinar, pues aun cuando hay una máquina, también se necesita la sazón.
Y cuando hubo dominado el arte de guisar churritos, habló con su señor padre y le pidió prestado unos centavitos para comprar la dichosa maquinita de hacer churros.
Ahora, vende churros en la esquina de su casa y entre los vecinos y hasta con un cafecito de olla a domicilio y tiene dos empleados que los ofrecen en el crucero de la esquina entre coche y coche.
Y se volvió independiente y autónomo.
TRES. La guardería de madre soltera
Ella es madre soltera. 30 años y dos niños de 4 y 5 años. El exmarido la dejó. Simple y llanamente, se fue con otra… una vecinita.
Nunca se atrevió a demandarlo. Confió en que le pasaría la manutención para los hijos.
Entonces, se puso a chambear. De trabajadora doméstica. En una casa. De 8 de la mañana a las 4 de la tarde. Su madre cuidaba a los hijos.
Un día, el hijo de 14 años de edad de la patrona, la edad peligrosa de la pubertad, le tocó un seno. Y ella, claro, se irritó. Y le dijo que lo acusaría con su señora madre.
El chico, hijo de riquitos, le ofreció quinientos mejor para comprar su silencio. Luego enseguida, temeroso, subió la oferta a mil pesos.
Y la joven señora de 30 años aceptó los mil pesos.
A la semana el chico sucumbió al despertar sexual y le agarró el otro seno y otros mil pesitos para su silencio.
Y a la otra semana, el chico calenturiento dio el siguiente paso. Le acarició una nalga. Y aun cuando la recompensa subió a dos mil pesos, ella lo acusó con la madre y la madre la despidió.
Por intrigante y mentirosa, su hijo, un ángel de la pureza.
Anduvo por ahí tocando puertas en otras casas. Siempre preguntando si había hijos adolescentes pues quedó traumada.
Y como “el hambre suele dar muchas cornadas” (Luis Spota) y Dios aprieta, pero nunca olvida, tomó la decisión más sabia de su vida y convirtió su casa en una especie de guardería para los niños de sus vecinos donde el padre y la madre trabajan.
Feliz ella y felices sus hijos menores, pues tienen más niños con quienes jugar todos los días.
La madre de ella trabaja a su lado. También una hermana. Y son autosuficientes.
Historias fascinantes… por si la secretaría de Desarrollo Económico de Veracruz del panista Alejandro Zairick desea incluir en su informe anual la creación de tres fuentes de empleo más.