VICENTE BELLO / Tren Parlamentario.
A tiro de piedra de que Donald Trump asuma la presidencia de los Estados Unidos, México ha comenzado a crujir como la cubierta de un barco azotado por los vientos que preceden a las grandes tormentas.
Las amenazas de Trump se habían dejado sentir desde temprano, cuando el peso, en su pelea desigual con el dólar americano, llegaba a los 22.25.
Desde los territorios del Congreso de la Unión se respiraba un ambiente hostil hacia México. El mundo entero, literalmente, tiene puestos los ojos en el país. Este viernes 20 de enero, Donald Trump asumirá el poder político, económico y militar más grande de la Tierra. Y permanece, desde que era un aspirante a candidato presidencial, cargando en el lomo el costal de los vientos alisios, que soltará sobre la nación mexicana, según ha prometido el enloquecido sujeto desde lo más hondo de sus entrañas.
Pero dos hechos políticos inéditos barbotaron en lo que ya es la víspera de la llegada de Trump:
Uno: En el inicio de la semana se pusieron en guardia los gobernadores fronterizos de Baja California, Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas, con la telegrafiada intención de cubrir un vacío político incapaz de ser llenado por el presidente de la República, en materia de política fronteriza.
Dos: No bien terminaban los gobernadores aquellos de informar sobre su acuerdo, cuando –un día después, ayer- en los territorios del Congreso, apareció el Senado con un acuerdo súbito insuflado por el mismo PRI: el acuerdo de acercarse a los gobernadores de las ocho entidades que más expulsan emigrantes a los Estados Unidos para “asesorar a los mexicanos que radican en aquel país”.
El anuncio de los legisladores fue sorpresivo. Este miércoles, en los pasillos, había quienes suponían que este grupo repentino de congresistas surgió para quitar luces y protagonismo a los gobernadores de la frontera.
En los territorios del Poder Legislativo mexicano se paseaba el fantasma de un cabresto. En el mundo de los toros, cuando algunas reses bravas escapan del corral, suele aparecer un toro viejo, amansado y mañoso, que se incorpora a los toros bravos hasta colocarse en el liderazgo de la carrera. Entonces, poco a poco hace a los escapados entrar en su ritmo, hasta hacer que lo sigan de vuelta al corral.
Esta fue la impresión que causaban ayer los senadores liderados nada menos que por Pablo Escudero Morales, presidente de la mesa directiva del Senado, senador del Pvem y, también, yerno de Manlio Fabio Beltrones. Por si fuera poco, Escudero es un incondicional absoluto de Enrique Peña Nieto. Y Peña. Con la decisión de los gobernadores, quedó muy mal parado.
Hay que ver las similitudes de los acuerdos.
El martes 17, los gobernadores fronterizos Francisco Vega, de Baja California; Javier Corral, de Chihuahua; Jaime Rodríguez, de Nuevo León, y Francisco García, de Tamaulipas –en el marco de la Comisión Nacional de Gobernadores, que preside el gobernador morelense Graco Ramírez- acordaron en Nuevo Laredo los doce puntos siguientes:
1: Ratificar acuerdos de mesa de análisis de la situación migratoria actual en la frontera norte del país; 2: Crear la Alianza Política de Gobernadores de la Frontera Norte para demandar conjuntamente al gobierno federal su cooperación inmediata en migración, crimen organizado, seguridad, costos de energía eléctrica, combustibles, derivados del petróleo y carestía de productos básicos.
3: Ante la amenaza expresa de Trump sobre la deportación de millones de connacionales, demandar que la federación tome acciones inmediatas. 4: Rechazo a las presiones y acciones directas contra inversionistas que han decidido instalarse y/o permanece en México.
5: Fortalecer los lazos y relaciones con los aliados nacionales e internacionales para defender el libre comercio de América del Norte; 6: Solicitar al gobierno federal que las negociaciones con Estados Unidos sean de manera integral e incluyan todos los temas de la agenda.
7: Pedir al gobierno federal no reducir los fondos de seguridad e incrementar el fondo de apoyo al migrante; 8: Demandar la creación de un fondo de fronteridad; 9: solidarizarse con Baja California y Sonora para el cumplimiento de acuerdos de atención integral de extranjeros intercontinentales.
10: Exigir el cambio de políticas públicas de migración, para que pasen de un enfoque de seguridad nacional a uno con acento en seguridad humana; 11: Promover encuentros con los gobernadores de la frontera sur de Estados Unidos para crear una agenda que fortalezca la franja como región binacional, y 12: La tercera mesa de trabajo sobre análisis migratorio será en Monterrey.
Ayer, en el Senado, durante una conferencia de prensa inusualmente alargada, los senadores en voz de Pablo Escudero, dijeron que el propósito del acuerdo es “buscar alianzas entre las entidades federativas de México con mayores niveles de emigración y las llamadas ciudades Santuario en Estados Unidos, para asesorar a los mexicanos que radican en aquel país”.
Acaso una diferencia: Prometió el Senado que emitirá un exhorto a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público a que utilice los recursos que se recortarán al Congreso de la Unión, en fortalecer la red de 50 consulados mexicanos en los Estados Unidos.
Y anunciaba el senador presidente que senadores integrantes del grupo pro defensa de migrantes denominado Operación Monarca, se reunirán en los próximos días con los gobernadores de Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Zacatecas, Veracruz y Ciudad de México, así como con los titulares de las secretarías de Gobernación y Relaciones Exteriores.
Todo esto ocurría en medio de un silencio ominoso del canciller VIdegaray y del presidente Peña, alimentadores de la incertidumbre gestada por Trump.