Yolanda Portugal Guzmán
Oaxaca, México.- Loma Bonita nació de cultura veracruzana pero también de oaxaqueña que venía de la Cañada, Costa, Sierra, Valles Centrales, porque había un pueblo que se desarrollaba a pasos acelerados gracias a la Piña.
No hubo tiempo para detenerse a conservar una cultura pura, ni del sotavento, ni de alguna de las regiones de Oaxaca todo se movía por y para la piña, la industria homogenizaba todo y nos convertía en un paisaje cultural:
“El Paisaje Cultural se concibe como el producto del desarrollo de actividades humanas en un territorio concreto, cuyos componentes identificativos son el sustrato natural (orografía, suelo, vegetación, agua), la acción humana (modificación y/o alteración de los elementos naturales y construcciones para una finalidad concreta), y la actividad desarrollada (componente funcional en relación con la economía, formas de vida, creencias, cultura, etc.); es una realidad compleja, integrada por componentes naturales y culturales, tangibles e intangibles, cuya combinación configura el carácter que identifica a un territorio como tal e ilustra la evolución de la sociedad y los asentamientos humanos que ahí han habitado en el transcurso del tiempo, bajo la influencia de las restricciones y/o las oportunidades presentadas por su ambiente natural, así como también de las sucesivas fuerza sociales, económicas y culturales, tanto internas como externas, que han operado sobre él, caracterizándose, además, por su valor universal sobresaliente y su representatividad en términos de una región geocultural claramente definida” UNESCO
La piña era tan importante que cuando encargaron a la Cuenca un baile para representar a la región en la Guelaguetza, surgió Flor de piña, una parte del fruto que pocos conocían hace sesenta años y pocos conocen ahora, un mosaico cultural donde mostraríamos lo mejor de los textiles prehispánicos y lo mejor de nuestra actividad económica más importante, el cultivo e industrialización de piña, en un municipio que tenía poco más de 20 años de tener ese grado, una fruta que cubrió la vena platanera de los tuxtepecanos y fusionó en un imaginario colectivo que así festejaban la importancia de la piña en toda la cuenca, una bella falacia que de tanto repetirse o mejor dicho bailarse se volvió verdad a ojos del mundo y es lo único que respeta la historia piñera que sigue agonizando.
Los de Loma Bonita, esos que habían llegado de muchos lados y el primer regalo que dieron a estas tierras fue un hijo que naciera bajo su sol e impregnado del olor a piña que cubría todo, tardamos un poco más en proyectarnos como piñeros a través de la danza y la música, un tiempo que trajo mucha influencia en sonidos pero siempre buscando una particularidad.
Pareciera que no queríamos ser un pueblo más de la ribera del río o uno más que solo bailaba fandangos o huapangos, la piña se nos metió por los poros, es por ello que Raquel Osorio, una mujer que no nació aquí pero supo interpretar lo que se construía creo un traje basado en la iconografía de la piña, desde su siembra hasta la importancia para la conformación de Loma Bonita, Manuel F. Villarreal, influenciado por los músicos que llegaban a alegrarlos, que venían porque sabía que aquí se movía dinero, tal vez, en una silla alado de una obra, compuso nuestro himno ese que te sabes, ese con el que creciste compuso rinconcito oaxaqueño.
Donde la piña fue la piedra angular, y que dio de comer a muchos y posteriormente también dio dolor, su escases hizo que muchos se fueran así como llegaron buscando oportunidades, dejamos la generalidad y nos volvimos a lo nuestro, a una fusión entre lo que creamos y donde estábamos.
Hoy, a casi 50 años, tiempo que muchos expertos indican que algo se vuelve tradición, muchas generaciones vibran con la letra de “Que rica sabrosa exquisita es la piña de Loma Bonita” al ritmo tropical, pocos conocen la jarana y el zapateado de café con pan, pocos son los fandangos orgánicos, la gente puede llegar en automático a tomar jugo de piña a las vías pero no a un fandango, existen muchos herederos de otras culturas.
Hoy, el homenaje cultural a un cultivo lo hace Tuxtepec, que pareciera que se apropió de algo que no era suyo, pero ya quisiéramos muchos que alguien en Loma hubiera defendido a nuestro municipio piñero como lo hizo Tuxtepec. Oaxaca es cultura, es comida, es tradición pero Oaxaca también es proyectado por una fruta, la piña, a la que se le baila no una ni dos, sino cuatro veces, en el Fortín.
Tuxtepec y esta rivalidad de todos los años se reivindica ante la cultura jarocha que tiene una presencia inevitable en esta región, sobresalió ante los ojos de la guelaguetza adaptada a estos tiempos, alguien lo vio así pero no nosotros los que tenemos una piña en el parque.