José Murat | La Jornada
Inmersos en la intensa dinámica de las elecciones presidenciales y sus secuelas, la opinión pública nacional no ha aquilatado en su real dimensión la gravedad de la amenaza de la ultraderecha en el mundo, especialmente en Europa, y sus afanes siempre expansionistas.
Afortunadamente esos movimientos neofascistas no tuvieron eco en México, esas expresiones radicales, minoritarias, pero estridentes, incrustadas en la campaña del bloque de la derecha.
El subcontinente latinoamericano no está blindado para resistir a estos movimientos clasistas, raciales, antimigrantes y abiertamente violatorios de los derechos humanos, como lo hemos visto claramente en el gobierno de Javier Milei, quien en su predilección por las políticas represivas y de fuerza, ya solicitó asesoría en El Salvador para montar megacárceles a lo largo del territorio argentino, como también lo planteó para México, en la desesperación de una campaña que nunca penetró en los sectores populares y medios, sólo en el delgado sector de la clase media alta, la candidata de la derecha difusa.
Vayamos por partes.
En las elecciones al Parlamento Europeo, celebradas del 6 al 9 de junio, los partidos y movimientos neofascistas de ultraderecha tuvieron un notable ascenso, con especial acento en Francia, Italia, Alemania, Austria y Países Bajos.
En el balance global, el péndulo del poder se desplazó del centro hacia la derecha, como lo evidenció la clara victoria en los comicios del conservador Partido Popular Europeo, que ganó 186 escaños de los 720 que componen el Parlamento Europeo, frente a los 135 de los socialdemócratas.
Hecho el análisis país por país, en Francia la Agrupación Nacional de Marine Le Pen superó ampliamente al partido centrista gobernante. El partido ultraderechista de Le Pen obtuvo 31.5 por ciento de los votos, más del doble que la coalición liberal del partido de Emmanuel Macron, 15.2 por ciento, quien quedó casi en empate técnico con los socialdemócratas, 14 por ciento. La reacción inmediata de Macron, una decisión precipitada para algunos analistas, fue convocar a elecciones parlamentarias anticipadas para el 30 de junio, que podrían derivar en la formación de un nuevo gobierno.
En Alemania, los cristianodemócratas se ubicaron como primera fuerza política, con 30.3 por ciento de los votos, pero la extrema derecha de Alternativa por Alemania se situó como segunda fuerza con 16 por ciento, superando a los socialistas, 13.9 por ciento, y a los ecologistas, 11.9 por ciento. Estos resultados han derivado en la exigencia de adelantar las elecciones, tentativa que hasta al momento no ha tenido una respuesta favorable del gobierno.
Francia y Alemania son los dos países que más escaños aportan al Parlamento Europeo, por lo que contribuirán decisivamente a que la extrema derecha tenga más representantes en esa cámara multinacional. El hecho crudo es que la ultraderecha antieuropea incrementó notablemente su fuerza en los dos principales países fundadores de la Unión Europea.
Por su parte, en Italia el partido Hermanos de Italia, de la primera ministra Giorgia Meloni, también creció y ratificó su condición de primera fuerza política nacional al alcanzar casi 30 por ciento de la votación nacional, y obtener 24 de los 76 escaños que aporta Italia al Parlamento Europeo, 14 posiciones más que las obtenidas en las elecciones europeas de 2019.
También en Austria la ultraderecha, representada por la organización Die Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ), registró un resultado histórico, con 27 por ciento de la votación nacional, que le otorgó la victoria frente a los demócratas, 23.5 por ciento, y a los socialistas, 23 por ciento.
En Países Bajos, donde la ultraderecha de Geert Wilders ganó las elecciones legislativas el año pasado, ahora fue la segunda fuerza política, pero todavía con 17.7 por ciento, superada sólo por la coalición de socialdemócratas y ecologistas, con 21.6 por ciento.
En España, en la misma tendencia ascendente, el partido racista Vox duplicó el número de escaños que obtuvo en los anteriores comicios europeos, con seis eurodiputados, y se constituyó en la tercera fuerza política nacional.
Para la mayoría de analistas de la geopolítica mundial, los resultados de las elecciones europeas no fueron sorprendentes: desafortunadamente son parte de una tendencia observada en los últimos años a nivel nacional en los diferentes países que integran la Unión Europea.
Lo grave es que, si bien cada una con su agenda nacional, hay una coincidencia medular en la ideología de estas fuerzas neofascistas de ultraderecha: su rechazo a la migración, en particular a la proveniente de los países musulmanes y, en algunos casos, de ascendencia latinoamericana.
Decíamos, al inicio de este espacio de opinión, que la ultraderecha arcaica, incrustada en el bloque difuso y contradictorio de la derecha no tuvo éxito en México en las elecciones presidenciales, casi coincidentes en el tiempo con las elecciones del Parlamento Europeo. Apelar al apoyo de los centros financieros de Estados Unidos, al respaldo de Vox de España, y al ejemplo de Milei de Argentina, fue un error estratégico más, muy grave, de la campaña de Xóchitl Gálvez. En las próximas colaboraciones haremos un análisis del alicaído sistema de partidos y su impacto en cada una de las fuerzas políticas tradicionales.