El 8 de marzo de 1917 (23 de febrero en el calendario ruso), las obreras textiles de la ciudad de Petrogrado se levantaron en una gran manifestación, profundizando la lucha que venían dando obreros y campesinos contra la guerra.
Durante enero y febrero de 1917, en varias ciudades del imperio se realizaron huelgas generales y manifestaciones.
Ese 8 de marzo, la convocatoria de las obreras textiles a la huelga para exigir pan y fin de la guerra se masificó y extendió a otros sectores de trabajadores, especialmente a la combativa barriada obrera de Viborg.
El paro se extendió y las consignas contra el zarismo, por el fin de la guerra y contra el hambre se masificaron, consiguiendo la simpatía de sectores del ejército, compuesto sobre todo de trabajadores y campesinos. A pesar de ello, la represión se desata y deja decenas de muertos.
La revuelta se extiende nacionalmente y termina con la caída del zarismo y la formación de un gobierno provisional de corte liberal encabezado por Kerenski, a la par que se levantan los soviet de obreros y campesinos. Al no resolver ninguno de los problemas que estaban planteados, los trabajadores, campesinos y soldados, siguen el llamado del Partido Bolchevique para exigir paz, pan y tierra, convocando a entregar todo el poder a los soviets, lo que se logra en octubre de ese año.
De esa manera, la revolución rusa se transforma en la primera revolución obrera triunfante en la historia, logrando cosas inéditas como la nacionalización de la banca y las empresas, el control obrero de la producción, pensando en avanzar hacia una sociedad sin explotación ni opresión.
Las mujeres tras la revolución
La Revolución Rusa permitió conquistas inéditas para la mujer en aquella época, aun en condiciones difíciles económicas que obstaculizaron su aplicación; inclusive las constituciones europeas más “modernas”, como la igualdad jurídica plena, derecho a voto, su incorporación al trabajo productivo con igual trabajo a igual salario, el derecho al divorcio garantizado por el Estado, la educación mixta, la eliminación del estatus de inferioridad legal de la mujer o el aborto gratuito. Para comparar, en esos mismos años en Chile las mujeres eran consideradas menores de edad, y en la actualidad, de todas formas el aborto sigue estando penalizado.
Sin embargo, el pensamiento marxista de los bolcheviques entendía que la igualdad jurídica y ante la ley no significaba una verdadera igualdad o libertad, por lo que era necesario avanzar en otras tareas, como la socialización de las tareas domésticas; es decir, crear comedores o lavanderías comunitarias y públicas, o romper la unidad jurídica entre familia y matrimonio, entendiendo que la familia es mucho más que el contrato matrimonial.
La derrota que significó el ascenso del estalinismo, que liquidó a lo mejor de las generaciones que hicieron la revolución, permitió que muchas de estas conquistas retrocedieran, llevando además a una mala identificación del estalinismo con el comunismo.
La Revolución Rusa demuestra la importancia de la unidad de la lucha contra la opresión y explotación, como también de las demandas de los trabajadores, las mujeres y el pueblo. Más que nunca, es necesario sacar las conclusiones de aquella revolución, para poder retomar sus enseñanzas y organizarnos para conquistar derechos como el aborto, igualdad salarial, ley de identidad de género y otras, en el camino de terminar con la opresión de género y la explotación capitalista.
Con información de Izquierda Diario.es