- Espías de Rogelio Franco
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- UNO. Reportero espiado
Durante una semana, el cronista Ignacio Carvajal García impartió un curso sobre Transparencia a reporteros del norte de Veracruz. En Pánuco, Tantoyuca, Tuxpan y Poza Rica se reunió con sus colegas. Y en todo momento, los espías (también les llaman “orejas”) del secretario General de Gobierno, Rogelio Franco Castán, como sus escoltas.
Quizá, claro, pudiera deberse a una vigilancia normal cuando se trata de una reunión de más de 5 a 10 personas. Según la ley marcial, todos pueden conspirar contra el gobierno en turno. Incluso, el dictamen de la Procuraduría General de la República, PGR, sobre la profe Elba Esther Gordillo, de que es un peligro para la paz y la seguridad nacional, pudiera considerarse.
En algunas ciudades urbanas de Veracruz, “los orejas” forman parte del paisaje cotidiano. Por ejemplo, allí donde hay un evento aparecen como topos.
Más todavía:
Algunos reporteros se han vuelto sus amiguitos y cuando por equis razón un diarista incumple una orden de información antes, mucho antes de hablar a un colega para que le pase los datos habla a “un oreja”.
–Te debo una, le dicen.
Por eso, digamos, Ignacio Carvajal fue generoso con los espías de la SEGOB jarocha.
–Mira, compita, les dijo, aquí no puedes estar. Termina de tomarte tu cafecito y comerte las galletitas y te vas.
Y a tono con la celebérrima frase de que “comes y te vas”, se iban.
Pero primero aparecieron en Pánuco. Luego, en Tantoyuca. Luego, en Tuxpan. Y luego, en Poza Rica.
En cada pueblo se le pegaron como chinches.
DOS. “Déjanos estar” dijeron “los orejas”
El curso, auspiciado por la Comisión de Periodistas, fue sobre los diferentes instrumentos que la ley otorga a los tundeteclas para rastrear información y en lo que Carvajal García es un experto.
Más todavía: uno de los pocos, excepcionales periodistas del Golfo de México que a cada rato las convoca para obtener la información que en las fuentes tradicionales suelen negar.
Tal cual, y mientras “los orejas” terminaban de tomar el cafecito y comerse las galletitas sabrosas, servidas por guapas edecanes, escucharon la palabra del tallerista. Y le dijeron:
–Déjanos estar. También queremos aprender sobre la Transparencia.
–Lo siento, contestó Ignacio. El curso es para reporteros.
Y con una sonrisa les invitaba a retirarse, consciente y seguro de que su única función es el espionaje, pues la Transparencia les vale.
TRES. IGNACIO CARVAJAL ES UNA ONG EN SÍ MISMO
Nadie pensaría que el secretario de Gobierno sigue los pasos al conferenciante.
Quizá pudiera, digamos, entenderse porque Rogelio Franco es originario de Tuxpan y Carvajal pasó por su pueblo.
Pero en todo caso, más que pensar en una conspiración en contra de la yunicidad en el curso estaría mirando “moros con tranchete” pensando que en corto habría una reunión con los reporteros, por ejemplo, para tomar partido de cara a la elección de diputados locales y federales, senadores, gobernador y presidente de la república el primero de julio.
Y más porque, digamos, mientras en Veracruz hay ONG (Colectivos) integrados con los familiares de los desaparecidos, Carvajal García es una ONG en sí misma, él solito.
Pocos, excepcionales reporteros como él son tan solidarios con las mejores causas sociales.
Y lo mismo escribe sobre ellos que las orienta y las acompaña y toca puertas y mueve relaciones atrás del bien común y las defiende con todo en el carril político.
Incluso, con frecuencia suele visitar en la cárcel a quienes son privados de su libertad.
Y por eso mismo, en el palacio de gobierno de Xalapa estarían, digamos, mirando un botón nuclear.
Ha de escribirse que también conoce sus límites y en ningún momento es un desequilibrado para tirarse a las patas de los caballos como un loco desbocado.
CUATRO. Un cronista en la mira
En otras ocasiones, su hermano putativo, Noé Zavaleta, corresponsal de Proceso en Veracruz, ha impartido cursos, pláticas, conferencias magistrales y/o presentado su libro o libros de otros colegas.
Y nunca, jamás, hasta donde se sabe si bien se sabe, “los orejas” le han echado montón como a Ignacio Carvajal en el norte de Veracruz.
Y más, durante una semana consecutiva.
Nadie desearía que al tallerista sufriera de pronto un ataque fatídico de caspa porque entonces, y de entrada, algún “oreja” sería el sospechoso como el culpable físico, pero el culpable intelectual sería Rogelio Franco, quien ni siquiera, caray, pudo quedarse con la candidatura plurinominal al Senado como Indira San Román, la chica de la SEDESOL con carrera política meteórica quizá por su dominio del inglés, el francés, el japonés y el español de los clásicos de la Edad de Oro de la literatura hispana.
En fin, cuando algún día escriba sus memorias, Ignacio tendrá en los días y noches vividas en su periplo norteño suficiente material para regocijarse.
Nunca, jamás, en el duartazgo, tampoco en el fidelato, estuvo en la mira de los espías.