Luis Velázquez/ Escenarios
29 de agosto de 2019
UNO. Un hombre ante la historia
Reynaldo Escobar Pérez ha vivido de manera intensa. El mejor litigante penal y civil de Veracruz. Académico en la Universidad Veracruzana. Carrera meteórica en política. Hoy, analista de la vida pública. Pero más aún, con su familia, su esposa e hijos. Nada más pleno.
A los 17 años de edad inició en la administración pública. Escribiente en el Poder Judicial. La vocación jurídica de por medio. El hacer y rehacer en el día con día. La vida burocrática vivida a plenitud mirando y escudriñando la procuración de justicia, el más grave pendiente.
Durante 20 años, maestro en la Facultad de Leyes de la U.V. Los alumnos lo recuerdan como el gran teórico y práctico. Todas las leyes aprendidas de mejoría. Líder sindical del FESAPAUV en Xalapa al mismo tiempo.
Tuvo carrera política apabullante. Diputado local por la izquierda, director de Participación Ciudadana en el municipio, casi casi gran activista social. Alcalde de Xalapa, secretario General de Gobierno y Procurador de Justicia.
De la Procu se fue con una gran dignidad. Un día, Javier Duarte, el góber precioso preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, le mentó la madre cuando aquel tiradero de cadáveres en la avenida Ruiz Cortines de Boca del Río.
“A mí, nadie me mienta la madre”, le dijo. “Y vaya usted a chingar a la suya. Y ahorita le envío mi renuncia”.
Y se fue. 8, 9 meses duraría su experiencia duartiana, la peor gubernatura, sórdida y siniestra, en la historia local.
DOS. El Cardenal Obeso lo leía
Entonces, anduvo por ahí, reinventando su destino. Y un día, apareció como analista de la vida pública.
Todos los días, de lunes a sábado, publicando un artículo sobre el presente y el futuro del país. La serenidad, la cordura, la mesura y la experiencia. Mirar el hoy y mirar hacia el mañana.
Un día, el cardenal Sergio Obeso Rivera le dijo:
“Todos los días lo leo”.
Un día, algunos de sus colegas en el Diario de Xalapa reprocharon la columna de Reynaldo en la página dos y la respuesta fue sencilla:
“A él lo leen unas 300 personas cada día y a ustedes sólo veinte”.
Sigue hoy litigando. Lleva asuntos estelares. Desde hace mucho tiempo dejó de ocuparse de divorcios y pleitos verduleros y caseros, por ejemplo. Ahora, en las grandes ligas de la abogacía.
Sus días giran alrededor de la lectura de libros y periódicos, la redacción de su artículo y el ejercicio físico a que está sometido por un mal congénito.
Y con la familia, lo más importante en la vida, más cerca que nunca.
TRES. Antes como antes y ahora como ahora
Vive rodeado de libros. Lee durante varias horas al día y escucha música. Un montón de discos con música cubana en su lista.
A veces, en las tardes lluviosas, un amigo guitarrista llega a su casa para tomar café, fumar puro y tocar la guitarra y cantar. Alguna vez grabó un disco cantando boleros.
Y como siempre, con su gran sentido del humor “que en el aire las compone”.
Jubilado de la U.V., retirado de la vida política, también escribe un libro sobre Derecho. Y mira para adelante, viviendo con una gran filosofía de vida. “Antes como antes y ahora como ahora”.
El pasado, pasado es, y solo sirve, quizá, para recordar los buenos tiempos.
Además, un par de encomiendas le ocupan todos los días. Enseña a sus hijos abogados el arte del derecho. Sus experiencias. Su interpretación de la ley. Los vericuetos y las mañas, claro.
“Es un gran maestro de Derecho y de Política” dice su hijo Reynaldo Escobar.