Luis Velázquez /Barandal
15 de julio de 2019
ESCALERAS: Un imperio automotriz llegó a su fin en el
estado de Veracruz, era Cuitláhuac, era de Nachón Aguirre, famoso fraccionador,
sobrino de la secretaria de Gobernación a quien debe la secretaría de
Desarrollo Económico del gobierno de la izquierda, luego de que el anterior
titular fue parcela de poder del director general de Aduanas, Ricardo Ahued
Bardahuil, ex senador de la república.
La agencia Reyes Huerta, que desde hace más de
diez años se instaló en las inmediaciones de Boca del Río (llamada “tierra
de oportunidades” en otro tiempo) ha tocado fondo.
En la cancha empresarial afirman que una de las
razones se debió al mal manejo del dinero.
Pero también al derroche, digamos, en el juego de
los casinos y las apuestas.
Incluso, a los viajes por el mundo…
PASAMANOS: Ubicada durante una década al lado de Sams Club, la
franquicia norteamericana, aquel emporio poblano llegó a instalarse en
residencias en el fraccionamiento Costa de Oro.
Y fue creciendo de manera exponencial.
Pero durante varios años, los
trabajadores vieron cómo su calidad de vida disminuía, se achicaba, se hacía
más estrecha, porque el lujo y el derroche del dinero familiar los sometió a
una vida de estrecheces.
Nunca hubo llenadera.
Jamás una voz serena, cuerda, prudente,
mesurada, en el camino. Nada de austeridad. Vivir a plenitud cada día, cada
minuto. El automóvil, metido hasta el fondo, a mil por hora, y con el tanque de
gasolina lleno para evitar paradas.
CORREDORES: ¡Ah, los tiempos aquellos! Guaruras, por ejemplo,
para los hijos, debido, claro, entre otras cositas fundadas, a que desde Javier
Duarte gobernador, el paraíso terrenal que era Veracruz se convirtió en un
infierno en manos de los carteles y cartelitos.
Bien dice Morris West en su novela, “El
arlequín”, los grandes imperios y emporios se destruyen desde adentro,
rara, extraordinaria ocasión, desde afuera.
Un imperio llegó a su fin. Y decenas de
trabajadores, a la deriva social y familiar…
BALCONES: Un hijo del magnate poblano, por ejemplo, metió a los
familiares de la esposa a trabajar en el consorcio. Sueldos elevados, casi casi
lujosos, prohibitivos. Franquicias en las nuevas plazas comerciales. Una de
ellas, en la plaza Andamar, cerca de los cines, nivel tres.
Y cuando el jefe de jefes bajó al puerto jarocho
para, digamos, poner orden, ya era tarde. Los derroches del hijo arrasaron con
el imperio automotriz. Y el hijo aquel se recluyó en un rancho por los rumbos
de Puebla y Tlaxcala.
PASILLOS: Todavía aún, el hijo del magnate poblano soñó con la
presidencia de COPARMEX Veracruz. Pero enfrentó muros Donald Trump en el camino
por sus colegas. Entonces, hasta donde se sabe, si bien se sabe, formó su
propia asociación empresarial. Poco, se afirma, duró el gusto. La fama pública
se lo tragó.
Así cayó, desapareció, ha desaparecido, la
agencia Reyes Huerta. De algún modo, siguió la huella de otros imperios en el
pasado inmediato. Bien establece el dicho: en términos generales, una cosita es
el negocio en manos de los padres, y otra, a veces mil años luz de distancia,
cuando pasan a manos de los hijos…