- El aborto… ha de ir
Luis Velázquez/ Barandal
Veracruz.- UNO. El obispo condenado
El obispo de Veracruz, Luis Felipe Gallardo Martín del Campo, tan gallardo, está equivocado.
Ni constituye una traición que los diputados federales promueven legalizar el aborto ni es pecado mortal ni tampoco, como cuando la elite eclesiástica amenazó de excomunión al gobernador de Guerrero, Ángel Guerrero Mier, un hombre o una mujer serán achicharrados en el infierno por legalizar el aborto.
Simple y llanamente, la mujer es la dueña de su cuerpo, más allá de los cánones religiosos, tipo Edad Media.
Y más allá de que el ex abad de la Basílica de Guadalupe, Schulemberg, haya revelado que la Virgen MORENA de Tepeyac fue un invento de la iglesia para seducir almas y por lo que, incluso, fue satanizado, condenado, expulsado y reducido al silencio y la nada… y que mejor le fue al padrecito Marcial Maciel con tanta pederastia.
Ninguna “peor señal” de los legisladores federales, ni tampoco locales, declararse a favor del aborto y que, por cierto, tantas muertes de mujeres deja cuando por temor a la iglesia se los aplican en operaciones clandestinas, incluso, con simples curanderas.
Si la iglesia de por sí busca adueñarse del corazón y la conciencia y la espiritualidad, digamos, de los seres humanos, siempre ha deseado apropiarse de la vida individual y familiar, y en el caso, de la legítima libertad de las mujeres a decidir su destino.
Es más, el obispo Gallardo, muy gallardo, predica, en nombre de Dios, que legalizar el aborto significa “otra práctica sangrienta que se padece en el país”.
Y en contraparte, ninguna palabra sobre la pederastia de los sacerdotes y que tanto han imperado en el mundo y por supuesto, en el país y en Veracruz.
DOS. Mujeres satanizadas
Toda la vida la cúpula eclesiástica ha satanizado a las mujeres necesitadas de un aborto.
Ellos predican, ajá, en nombre de Dios.
La misma iglesia, por ejemplo, que en la guerra de la Independencia era propietaria de un número incalculable de bienes materiales y hasta funcionó como prestamista usurera.
La misma iglesia que intentó doblegar a los sacerdotes Miguel Hidalgo y José María Morelos, a quienes se debe la Independencia del país frente al coloniaje español con quien la elite eclesiástica era aliada, socia y cómplice.
Ahora, con Martín del Campo, condena, sin resultado social, los asesinatos, los secuestros y las ejecuciones, y encarama el aborto como “una práctica sangrienta” más.
Pero olvida lo fundamental, como es la libertad total y absoluta de la mujer y que en todo caso, si el infierno y el cielo existen y constituye el destino, digamos, de las almas, entonces, ellas serían castigadas o premiadas.
Pero siempre bajo el ejercicio universal de la libertad y en ningún momento porque la elite religiosa se convierta en juez implacable de la conciencia ajena.
Ha de celebrarse, claro, la vida.
Pero cada quien tiene una forma de festejar y alegrarse con la vida.
Y en todo caso, lo que es bueno para unos para otros es malo.
Y así, ha de preguntarse en un mar de confusiones y pasiones religiosas y cívicas el lado donde está la razón.
TRES. El aborto siempre ha existido
El aborto existe desde tiempo histórico y punto.
La diversidad sexual existe y punto.
La adopción de hijos por parte de parejas gays existe y punto.
Y entonces, los sacerdotes, obispos y arzobispos, y cardenales, en nombre, ajá, de una autoridad moral cuestionable, predican desde el púlpito a un pueblo religioso que en la miseria, la pobreza y la jodidez vive resignado a un premio de consolación en el más allá, en el paraíso celestial donde tendrán vida eterna al lado del Ser Superior.
Pero más allá de la muerte nada hay. La vida termina a la hora de morir.
Y por eso mismo, Fernando López Arias, gobernador de Veracruz en el siglo pasado, aseguraba que el peor gendarme de un ser humano es su conciencia.
Y si una mujer aborta y su conciencia la persigue para siempre o de manera efímera o la entiende y comprenda (los dos verbos más fascinantes de la gramática) o la acepta en paz, entonces, cada mujer ha de ejercer su libertad a plenitud.
El aborto, digamos, legal, ha de proceder.
Y si hay legisladores federales promoviendo su legalización solo interpretan el sentir social, más allá de pasiones religiosas.
Y si Andrés Manuel López Obrador desde que fue Jefe de Gobierno en la Ciudad de México evitó una consulta popular sobre el aborto y en la campaña presidencial de este año se negara a fijar su postura, y hablara de una consulta social que antes evadió, es otro cantar.
Basta ya de que la elite eclesiástica esté fracturando más a la sociedad y a las familias y a los ciudadanos con posiciones radicales de si estás conmigo estás en contra del aborto y si estás en contra mía estás por su legalización.
En todo caso, que sea legalizado y que cada mujer decida, y si es menor de edad, que lo arregle con sus padres como mejor les convenga.
Y más, cuando hasta movimientos religiosos, tipo cristeros, se han formado para satanizar a las mujeres, o parejas, abortistas.
Muchas “prácticas sangrientas” como secuestros, desapariciones, asesinatos, feminicidios, infanticidios y fosas clandestinas ha padecido Veracruz y el país para todavía enfrentar la discordia civil por la legalización del aborto.