Editorial | PIÑADERO
Mientras en la Ciudad de México las legisladoras de la Cuenca del Papaloapan, la diputada federal Miriam de los Ángeles y la senadora Laura Estrada, disfrutan de las comodidades de un restaurante exclusivo del Senado, los habitantes de la región enfrentan una dura realidad: el colapso del puente de Arroyo Choapam que conecta a Tuxtepec con la capital oaxaqueña.
La indiferencia de las legisladoras, quienes hasta ahora no han emitido ni una palabra de solidaridad ni preocupación, resulta indignante para una comunidad que confió en ellas.
El colapso del puente no solo afecta la movilidad, sino que también pone en riesgo la economía y la vida diaria de los ciudadanos. Las imágenes de pobladores cruzando de manera precaria y los reportes de rutas alternas peligrosas exigen una respuesta inmediata. Sin embargo, la diputada y la senadora se mantienen en silencio. En sus redes sociales, que deberían servir como un canal directo de comunicación y denuncia, no hay señales de respaldo a sus electores ni de exigencia a las autoridades correspondientes para que resuelvan esta emergencia.
La actitud contrasta fuertemente con la de los presidentes electos de Valle Nacional, Elso Pérez; de Jacatepec, Clara Itzel Carrillo; y de Chiltepec, Griselda Molina. Ellos, desde sus trincheras, han alzado la voz y presionado a las autoridades estatales y federales para atender la urgencia. Demuestran así un compromiso real con su gente, honrando la confianza que sus votantes depositaron en ellos.
Este escenario es un llamado de atención sobre la desconexión de las legisladoras con las problemáticas locales. Las promesas de campaña sobre defender y servir a la Cuenca del Papaloapan parecen haberse diluido en el vaivén de la política capitalina. Este es un agravio hacia quienes las eligieron con la esperanza de tener representantes cercanos y empáticos, dispuestos a luchar por el bienestar de su comunidad.
Es momento de que las legisladoras abandonen la comodidad de sus sillas en la capital y demuestren, con acciones concretas, que están al servicio de la región que las eligió. Ignorar esta situación solo incrementa la brecha entre la clase política y la ciudadanía, y deja en evidencia el abandono que sufren muchas comunidades de Oaxaca.