El ensayista sudafricano Brett Scott advierte de los peligros de renunciar a uno de los últimos espacios totalmente libres de escrutinio digital
No todas las visiones alternativas del sistema financiero provienen de la comunidad del bitcoin, tan activa como evangelizadora en su cruzada a favor de los métodos de pago descentralizados. Desde otro punto de vista, algunos antropólogos, sociólogos y pensadores advierten de los riesgos de un sistema sin efectivo, cada día más digitalizado, que abriría las puertas a mecanismos de vigilancia social, en manos públicas o privadas.
Brett Scott responde a ese último perfil. Tras pasar su juventud en Sudáfrica, este licenciado en Antropología se mudó a Londres y empezó a trabajar en el sector financiero en septiembre de 2008, el mismo mes en el que la economía se tambaleaba con la quiebra de Lehman Brothers. Tras conocer el sistema desde dentro, cruzó al campo del activismo económico, colaborando con ONG y escribiendo en medios como The Guardian y Wired. En 2013 publicó una especie de guía alternativa del sistema financiero, Hackeando el futuro del dinero (la edición española, a cargo de Profit, es de 2019). El ensayo no anticipó la explosión de las criptomonedas y blockchain, pero sí puso sobre la mesa una preocupación creciente: el progresivo arrinconamiento del efectivo.
Parece compartir con muchos de los defensores del bitcoin una enmienda casi total al sistema financiero, pero apenas habla de la criptomoneda, ni defiende su importancia.
Bitcoin ha sido fascinante desde un punto de vista tecnológico, y ha hecho pensar a la gente sobre el dinero, pero ha fallado en cambiar realmente el sistema financiero. No supone un desafío en nada fundamental. Además, la cultura cripto es tóxica, muy individualista e hipercapitalista. Creen que el problema del mundo es que no hay suficiente capitalismo, y que hay que crear una estructura para que se desarrolle más el mercado entre individuos. Al mismo tiempo, una parte de mí está interesada en ella, porque me interesa crear estructuras colaborativas, y en ese sentido las tecnologías descentralizadas pueden ser muy útiles.
“En dos años desaparecerá todo el ruido alrededor de ‘blockchain’ y sobrevivirán solo los proyectos realmente interesantes”.
¿Qué futuro le augura al bitcoin?
Bitcoin no va a desaparecer, sobrevivirá, pero tiene limitaciones estructurales. Yo solía utilizarlo, pero es muy poco práctico, porque no está integrado en la economía real. Y la comunidad que lo sustenta no tiene ninguna intención de trabajar en esa vía. Les conviene dejarlo más como un activo especulativo. Lo es, y muy bueno.
¿Cree que la tecnología blockchain puede cambiar drásticamente la evolución del sector financiero?
Lo interesante con la escena blockchain es que solo puedes engañar a la gente durante una temporada, así que en dos años con un poco de suerte desaparecerá el ruido, todas las gilipolleces se desvanecerán y los proyectos realmente interesantes sobrevivirán. De momento, alrededor de blockchain hay muchos proyectos etéreos.
Lo que le preocupa es la digitalización total del dinero. Imaginemos una sociedad sin efectivo. ¿Qué repercusiones tendría?
Enormes. En primer lugar, sería un problema de inclusión financiera: si excluyes el efectivo del sistema, estás excluyendo a parte de la población. Y abres la puerta a sistemas no solo de manipulación empresarial y vigilancia, sino también de censura: quien controlase el sistema no tendría solo la capacidad de observar a la población, sino también de impedir que haga determinadas cosas.
¿Es realista pensar que el efectivo desaparecerá?
No sé si es realista. Pero sí está claro que hay un ataque estructural contra él. La cuestión es si ese ataque logrará triunfar o no.
¿Quién está detrás de esa ofensiva y cómo funciona?
La industria de los pagos, como Visa y Mastercard, es muy activa con sus campañas de propaganda anticash. Por otra parte, las grandes empresas tecnológicas también odian el efectivo. Están deseando acabar con él; compañías como Amazon quieren automatizarlo todo y los billetes se interponen en su camino.
En su estrategia, nos cuentan una historia recurrente para la industria tecnológica. Nos dicen que responden a una demanda y que el poder reside en nosotros, los ciudadanos comunes. Y tienen la voluntad y la capacidad económica de propagar esa narrativa; son perfectamente conscientes de que hacen dinero de la dependencia de la gente de sus sistemas tecnológicos.
Con informacion de : https://retina.elpais.com/retina/2020/03/27/talento/1585320989_725746.html