- Marilyn Monroe, en su primera portada
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- Uno. El hombre leyenda
Murió Hugo Hefner, el famoso reportero fundador de la revista “Playboy”, el papá de las más legendarias conejitas. 91 años. Muerte natural.
El primer número de Playboy marcó la pauta. En portada publicó la foto de Marilyn Monroe, la amante de los hermanos John F. y Robert Kennedy, desnuda, totalmente desnuda.
Su cuerpo sólo estaba vestido con una gotita de Channel 5.
Se la tomaron a los 19, 20 años de edad, cuando era “pobre e indocumentada” y andaba urgida de unos dólares. Posó desnuda sobre una alfombra roja.
Después, en cada número la foto de una chica fascinante, de fantasía, en portada, como aquella de Silvia Krystel, dueña de los ojos verdes más sensuales de la historia y que filmara la serie de películas intituladas “Emmanuelle” y cuyo poster colgaba en las paredes de los cuartos de todos los estudiantes del planeta, alimentando la fantasía y el ansia sexual y frenética.
Era el tiempo, 1953, del despertar sexual en el mundo. El uso de la minifalda de 35 centímetros. La droga en su dimensión estelar. El pelo largo y el pantalón acampanado. Elvis Presley y los Beatles. Avándaro en México con aquella sensual chica de 20 años, originaria de Poza Rica, que de pronto, zas, subió al templete y se puso a bailar y conforme bailaba se iba desnudando… hasta quedar sin nada.
La locura. El éxtasis. El desenfreno, cierto, pero al mismo tiempo, la libertad.
Todos soñaban, decía un letrero en una pared de la Universidad de Nanterre, con los imposibles.
“Soñemos” diría varios años después Ernesto “El che” Guevara, quien con los hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz, derrocaron al dictador Fulgencio Batista, y entraron a Cuba el primero de enero de 1959.
Playboy era, fue, es, la expresión libertaria de la vida plena.
Pero de igual manera, con Hefner se multiplicó el gran periodismo, el periodismo de largo alcance, con reportajes y crónicas por sus enviados especiales en el mundo.
Por un lado, el contenido, digamos, sensual y sexual, y por el otro, el contenido para la inteligencia y las neuronas.
Dos. Una confidencia de Hefner
Si Alexander Pushkin vivió para la literatura y para coleccionar mujeres, Hefner vivió el hedonismo pleno, con su castillo donde vivían “las conejitas”, todas fascinantes chicas, bellas, bellísimas, muchas de las cuales fueron sus amadas amantes.
En sus memorias cuenta que la tarde de un sábado estaba aburrido. Llovía y la ciudad estaba envuelta en la niebla. Sus chicas jugaban en la alberca con agua calientita. Las miraba, y ninguna sensación lo afiebraba.
Entonces, se puso su abrigo y se fue a caminar en el barrio. Y siguió caminando.
De pronto, topó con un bar y se metió. Y pidió un trago.
Y cuando apenas iba a la mitad de la copa, miró en el otro lado extremo de la barra a un joven vaquero vestido como vaquero, con sombrero y botas, guapo, atractivo, interesante.
Y quedó pasmado con aquella visión sabatina, tarde-noche.
Y sin más, se le acercó. Y le dijo:
“Soy Hugo Hefner. Estoy aburrido. Me gustas y me gustaría una aventura sexual contigo. Y a cambio, te ofrezco las chicas de Playboy que tú quieras. Y te doy el resto de la noche en mi palacio y todo el día domingo”.
Fue la primera y única experiencia homosexual de Hefner, si se considera lo que dice el terapeuta sexual en el sentido de que en cada diez hombres reunidos uno, mínimo, es gay declarado, y el otro, está a un paso de la iniciación.
Por fortuna, y desde hace mucho rato, el imperio y el emporio de Playboy, con tantas ramificaciones empresariales, ya era manejado por sus hijos.
Y sobrevivirá a la muerte del periodista más legendario del mundo que, por cierto, debutara como reportero de televisión, todo un galán, hombre nacido para el hedonismo.
Tres. Intérprete de su tiempo
En Europa, uno de los grandes secretos para hacer periodismo es la llamada fórmula “S” y que significa mucho sexo, mucha sangre y pocos sucesos.
El periódico “Bild” de Alemania, constituye un éxito singular, por ejemplo, calificado por muchos como amarillista y que llevara al gran reportero de investigación, Günter Walraff, a cambiar de identidad física, disfrazarse y solicitar chamba como reportero sólo para conocer las entrañas del monstruo y publicar un reportaje.
Estados Unidos, cierto, es la nación que produjera el exitoso fenómeno periodístico conocido como el Waregate, la caída de Richard Nixon como presidente de la república luego del trabajo reporteril de Bob Woodward y Carl Bernestein.
También es la nación de John Reed, “México insurgente” y “Los diez días que estremecieron al mundo”, par de libros sobre la revolución al lado de Pancho Villa y la revolución rusa al lado de Lenin.
Con Hugo Hefner, el periodismo mundial alcanzó otra dimensión estelar, a partir de la siguiente mezcla: el periodismo serio, el periodismo literario y el hedonismo puro, fino, soberbio y elegante, sin caer nunca, jamás, en la vulgaridad.
Una leyenda ha muerto y ha muerto en paz, de muerte natural, rodeado de sus hijos y nietos y de sus “conejitas”.
Hefner supo como reportero leer, interpretar, descifrar y seguir el momento histórico que vivió resumido en Playboy.