Luis Velázquez | El Piñero
19 de agosto de 2021
UNO. Fábricas de desempleados
Las universidades públicas y privadas siguen convertidas en fábricas de desempleados.
Y si bien va a los egresados, entonces, y en la mayoría de los casos, salarios de hambre, salarios insultantes, salarios humillantes.
Y sin las prestaciones económicas, sociales y médicas establecidas en la Ley Federal del Trabajo.
Más ahora, con el llamado outsourcing.
Cientos, miles quizá de egresados laborando en trabajos informales. Taxistas, choferes, vendedores de baratijas de casa en casa, ayudantes, comisionistas, y hasta migrantes a Estados Unidos.
DOS. Carreras saturadas
De entrada, bien pudiera deberse, entre tantas otras razones, a que existe una gigantesca brecha entre las universidades y las fuentes empresariales, pues, todo indica, cada parte va por un camino, sin una conexión para crear y recrear a los profesionales que la iniciativa privada de todos los niveles necesita y requiere.
Peor tantito si se considera que desde el siglo pasado se ha repetido la misma cantaleta en uno que otro colegio de educación superior y las cosas siguen igual o peor. Estancadas.
Además, el desdén y la indiferencia de la autoridad educativa (secretarías de Educación Pública y de Educación en Veracruz) de seguir otorgando RVOE para las carreras saturadas en el mercado local, regional, estatal y nacional como son, entre otras, Leyes, Contaduría, Medicina, Odontología, Veterinaria, Enfermería, Comunicación e Ingeniería.
TRES. SEP y SEV, indiferentes
Bastaría referir que en el estado de Veracruz hay cinco facultades de Medicina cuando en otros países únicamente una.
Y que en Veracruz existen unas veinte facultades de Comunicación cuando cada vez cierran más y más medios y fuentes laborales.
Por ejemplo, mayor despido y hasta la clausura en muchos casos de las oficinas de Comunicación Social tanto públicas como privadas.
Y, sin embargo, la SEP y la SEV, indiferentes, de espaldas a la realidad.
CUATRO. Fenicios de la educación
Fábricas de desempleados, las universidades significan un negociazo para los empresarios de la educación.
Incluso, con una tolerancia insólita de la autoridad pues muchas escuelas superiores ofreciendo maestrías y doctorados funcionan en el garaje de una casa particular, o en todo caso, y en el mejor de los casos, las recámaras de una vivienda habilitadas como salones de clase.
Y la SEP y la SEV, bien, gracias al Ser Superior.
Y si así están las instalaciones, entonces, podrán derivarse, primero, la calidad de los programas de estudio, y segundo, y más aún, la calidad educativa de los profesores, catedráticos y académicos.
CINCO. Inútil espera…
Los egresados suelen entregar sus currículos en las fuentes de empleo, esperando les llamen por teléfono.
Pero la esperanza se convierte en desencanto y ni siquiera, vaya, tejiendo y destejiendo la chambrita como Penélope esperando el regreso de Ulises en el viaje a Itaca.
Más, cuando en el país llevamos treinta meses del COVID y su hermana gemela, siniestra y sórdida, como es la recesión.
SEIS. Gran desafío
Antes, digamos, en el siglo pasado se festinaba como la dicha más elevada y sublime los estudios universitarios de un hijo.
Ahora, es insuficiente. Más que una licenciatura, una maestría, un doctorado, el desafío está en lograr un trabajo digno y con un salario justo, y/o en todo caso, una formación académica para lanzarse a la iniciativa privada, así sea, y por ejemplo, la venta de higos, mangos y pambazos por Internet.
Cada año, la fama pública de que las universidades siguen creando desempleados se multiplica y ninguna señal de que la vida pueda cambiar…