- El soñador del palacio
Luis Velázquez/ Escenarios
Veracruz.- UNO. La venta de esperanzas
Napoleón Bonaparte decía que el éxito de un político está en su habilidad para vender esperanzas. Por eso, quizá, el gobernador de Veracruz pronunció su primer discurso ofertando esperanzas, la fe, a la población.
El mayor número de esperanzas las subastó, por ejemplo, entre los Colectivos, integrado con madres con hijos desaparecidos.
Primera esperanza:
“Ustedes llevan pesar en su corazón y les digo: Ahí donde hay dolor, hoy se fortalece la esperanza de la verdad”.
Segunda esperanza:
“Ahí donde quiere habitar la tristeza para siempre, hoy (hoy, hoy, hoy) nace una nueva luz por quienes físicamente no están”.
Tercera:
“No estamos sólo tristes por su desaparición, no olvidemos que el cobijo de su amor los hace presente. Abriguemos la esperanza porque vamos a buscar a los desaparecidos… hasta encontrarlos”.
Cuarta esperanza:
“Si hacemos justicia para todos… haremos historia”.
(Napoleón, claro, diría que de nada sirve hacer historia si la historia legada es una historia de promesas incumplidas).
Quinta esperanza:
“Lucharé por la felicidad de la mayoría de nuestros compatriotas”.
(El término “compatriotas” es concepto priista del siglo pasado).
Sexta esperanza:
“Basta de enriquecerse en los cargos públicos”.
Tómese, entonces, nota y guárdese en el buró de la cabecera donde cada ciudadano duerme cada noche para que al cumplirse los primeros cien días (tiempo y hora del primer balance) se palpe el resultado, aun cuando el Solecito de la señora Lucy Díaz Genao ha dado un semestre de tregua al gobernador.
DOS. El gobernador utópico
El góber se “rasgó las vestiduras” por los desaparecidos y sus señoras madres en su mayoría (padres también, además de que los padres siguen llevando el itacate a casa).
Incluso, cayó más que en la venta de la esperanza, en la venta de la utopía:
“A Veracruz le espera un futuro glorioso, de buenaventura, de tranquilidad y de bienestar”.
Además de la esperanza y la utopía, el góber también aseguró a los 8 millones de habitantes de Veracruz, de los cuales 6 millones están atrapados y sin salida en la miseria, la pobreza y la jodidez, que bastarán los próximos 6 años para entrar, ni más ni menos, que a la gloria.
Casi casi en la antesala de la inmortalidad.
Pero del millón de indígenas y los dos millones de campesinos y los tres millones de obreros nadie sueña ni con la gloria ni con la inmortalidad, tampoco con el paraíso terrenal.
Simple y llanamente, sueña con alcanzar el bienestar social con un empleo seguro y estable y pagado con justicia social a diferencia de los miserables salarios de hambre que hoy percibe la mayoría de la clase trabajadora.
Y calidad educativa y de salud.
Pero más, mucho más, sólo aspira a un Veracruz donde nunca, jamás, los familiares (los hijos, los padres, los hermanos, los tíos, etcétera) sean secuestrados, desaparecidos, asesinados y sepultados en fosas clandestinas.
Un Veracruz donde haya certidumbre en el diario vivir sin sobresaltos con robos a la casa habitación y robos en los comercios y en los negocios y en los bancos.
Bienestar, claro, y tranquilidad, la misma promesa, por cierto, que juraran y perjuraran los 75 gobernadores que han pasado por la silla embrujada del palacio de Xalapa desde 1824 con Guadalupe Victoria, el primer jefe del Poder Ejecutivo Estatal.
TRES. Un pueblo feliz…, ajá
Pero, bueno, el valor agregado es que ahora el gobernador ofreció “luchar por la felicidad de la mayoría de la población.
Y cuando se ofrece “luchar por la felicidad” de la gente, caray, significan problemas en el tinaco mental.
Y más, si ha de precisarse el concepto de felicidad y que, de entrada, además de una casa propia donde vivir, un empleo pagado con justicia, y con el legítimo derecho a que “un niño pobre sea educado con la misma calidad que un niño rico” como decía Víctor Hugo, 1802/1835, el autor de “Los miserables”, dos veces diputado federal y una Senador de la República, exiliado durante 19 años de Francia por sus ideas de izquierda.
Además, el concepto de felicidad es tan relativo que el filósofo del rancho dice que la felicidad total y absoluta nunca, jamás, existe ni existirá, pues en todo caso, la felicidad es un montón de ratitos felices que cada ser humano tiene en sus días y noches y que puede guardar para los días adversos, torrenciales y huracanados.
Por eso, cuando el góber habla de “luchar por la felicidad” de los habitantes de Veracruz parece que fumó mota y de la mala dado el viaje esotérico que lo llevó a escribir y describir tal utopía ilusoria cien por ciento.
“Seamos realistas” decía Ernesto “El che” Guevara, y el día cuando perdió la serenidad y soñó de más lo mataron en la selva de Bolivia.
CUATRO. Un soñador en palacio
El góber, todo indica, es un soñador. Y bendito sea el chamán.
Por ejemplo, en el número 2175 de Proceso, dijo al corresponsal Noé Zavaleta que “prometía esclarecer el asesinato de periodistas” en Veracruz.
Los crímenes de los 19 reporteros y los tres desaparecidos con Javier Duarte y los homicidios de los 5 reporteros con Miguel Ángel Yunes Linares.
Y esclarecer el asesinato de los reporteros era investigar, detener y procesar tanto a los asesinos físicos como intelectuales.
Es decir, una proeza penal que nunca, jamás, un político, un gobernador, un presidente de la república han logrado en la historia del país.
Ninguno, para acabar pronto.
Promete lo imposible, rayando en la locura.
Por lo pronto, en su discurso inaugural como gobernador siguió levantando (si es que le creyeron) demasiadas expectativas, y si las incumple, igual será el ramalazo, cierto, para la llamada por decreto Cuarta Transformación del País (4T), pero más aún, para MORENA y AMLO, pues teniendo todo… todo lo perderá por la ausencia de mesura, prudencia y cordura política, social y moral.