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Vendettas familiares en Veracruz

El Piñero

Luis Velázquez/ Escenarios

Veracruz.- UNO. Asesinado en un baile

La única diversión en el pueblo es jugar béisbol y los bailes los sábados en la noche. Es cuando todos se ponen sus mejores ropitas. Y desde luego, la competencia de “las flores más bellas del ejido” para lucir bonitas.

Hacia la medianoche de un sábado, el bailongo apenitas se incendiaba. Un par de chicos disputando en la fiesta del pueblo a la reina del baile. La chica eligió a uno y el otro, irritado, molesto, la tomó de un brazo y la zangoloteó. Y se armó la trifulca.

Luego enseguida el joven molesto, violento, sacó la pistola y disparó, digamos, contra su rival de amores. Y lo hirió de gravedad. El agresor huyó y se perdió en la noche sin fin. La gente solo escuchó la estampida del caballo perderse en la oscuridad. Era, es, de un rancho vecino.

El joven herido pudo trepar a su caballo para llegar a casa. En el camino, perdió la vida. El caballo siguió caminando y se plantó frente a la casa. Y relinchó quizá para avisar a los padres y hermanos. Alberto “N” quedó trambucado sobre la silla de montar, con la mano derecha en el estómago acaso deseando detener la fluidez de la sangre.

DOS. Vendettas familiares

Un día después del sepelio, el comandante de policía habló con el padre. Le dijo:

–Ya tengo los datos del asesino. Iremos por él.

–¡No, déjelo vivir, mi hijo ya está muerto!

–Ha de hacerse justicia, insistió el comandante.

–¡Déjelo, comandante! Ese hombre anda huyendo. Así vivirá el resto de su vida. Huyendo. Y la vida será para él siempre un infierno.

–Yo he de cumplir con la ley, dijo el jefe policiaco.

–Si la ley así lo manda, hágalo. Pero por mí, déjelo huir. Sufrirá más huyendo que en la cárcel.

El padre de Alberto “N” se mantuvo en su postura. Nunca esperó justicia y ordenó a los hijos se abstuvieran de un reclamo a la autoridad.

Entonces, dio vuelta a la página y siguió pa´lante, a cargo de los nueve hijos restantes.

Lo explicaba así:

“La policía detiene al homicida y lo encarcela. Y lo sentencia. Luego, la familia del homicida se venga contra nosotros y puede matar a otro hijo. Y alguno de mis hijos, o varios, querrían vengarse. Y las familias entraríamos en una vendetta”.

TRES. “A salto de mata”

Es dura y canija la experiencia del padre. En muchos ranchos de Veracruz y del país, la vida es así. La venganza que lleva a un ajuste de cuentas entre familias. Por lo general, las emboscadas en la noche, la cacería humana en despoblado.

Así fue en el tiempo del porfirismo, y de la revolución maderista. Incluso, en el tiempo de Benito Juárez, cuando la famosa Policía Rural y la Policía Montada se encargaba de garantizar la seguridad en la vida y los bienes en los poblados rurales e indígenas.

Todavía hoy.

Por eso, la santa decisión filosófica del padre de Alberto “N”.

Nada más terrible en la vida, por ejemplo, andar “a salto de mata” por un crimen cometido. Huyendo por todos lados para evitar la cárcel. Incluso, cambiándose de nombre. Más aún, terminar de migrante en Estados Unidos. Perderse en el anonimato del mundo.

Y lo peor, si caes en la cárcel, la ley de Talión puede esperarte. Ojo por ojo, diente por diente.

“Déjalo vivir. El asesino sufrirá más huyendo que en la cárcel” pidió el padre de Alberto “N” al comandante policiaco.

“Sabia virtud, pues, de conocer el tiempo”… y a la naturaleza humana.

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