Luis Velázquez Escenarios
19 de septiembre de 2019
UNO. Los males del corazón
Hay unos jinetes del Apocalipsis, males de la caja de Pandora, causando estragos en las familias de Veracruz.
Uno, las depresiones. Dos, las decepciones amorosas. Tres, la soledad. Cuatro, el alcohol. Y cinco, el consumo de drogas.
Y entre los 5 factores ya pusieron a Veracruz en el cuarto lugar nacional en suicidios.
Pero más aún, de suicidios de jóvenes.
En 2 de cada 3 suicidas, el alcohol y la droga son, no obstante, factor decisivo.
Según la coordinadora de Prevención de Adicciones de la SEV, Angélica Huesca Palominos, la mayor incidencia se está dando entre los 15 a 29 años (Notiver, Isabel Ortega, 11 de septiembre, 2019).
Pero también hay menores de diez años, quizá casos aislados, pero indicativos, que han entrado a una sustancia tóxica, en la antesala del suicidio.
Todo es grave. Grave, por ejemplo, la inseguridad y la impunidad en el diario vivir. Graves los secuestros y los desaparecidos y las extorsiones. Graves los asesinatos y feminicidios. Graves, claro, los suicidios.
La desintegración familiar, en su más alto decibel. ¿Asunto de Estado? ¡Sin duda!
DOS. Terrible y espantosa soledad
Las decepciones amorosas, la depresión y la soledad forman parte de la naturaleza humana.
Hay, por ejemplo, familias depresivas como características de su ADN. El padre, el tío y una sobrina, y el mismo Ernest Hemingway, se suicidaron. Con todo, incluso, que Hem fue Premio Pulitzer y Premio Nobel de Literatura.
Nada, entonces, que ver, el éxito profesional y social y hasta económico con la depresión. Y por eso mismo, ha de ser asunto de Estado.
También la soledad. En términos generales, los artistas de la literatura y la música, por ejemplo, saben que su trabajo solo se produce en la soledad.
Es más, hay personas que buscan la soledad como un estado biológico normal. Un día, Gabriel García Márquez invitó un cafecito a Juan Rulfo en una reunión social. Fueron al café y durante media hora, Rulfo saboreó el café sin pronunciar una sola palabra. Y como ya era un escritor laureado, García Márquez lo miraba y admiraba de manera contemplativa. A los 30 minutos, Rulfo le dijo:
“¡Qué bien estamos así!”.
Y le dio una chupadita más a su cigarro.
TRES. Desencantos amorosos
En otras circunstancias, la soledad es canija. Un día, de pronto, lleva al suicidio.
Entonces, y como dicen unos médicos, para una persona depresiva y que se refunde solita en la soledad nada más curativo que acercarle niños para que los niños con su ingenio deslumbrante levanten el ánimo y oxigenen las ganas de vivir.
Cierto, asunto de Estado, pero también de cada familia para que todos juntos (ojalá) empujen la carreta y encuentren la luz al final del túnel largo y extenso lleno de espinas y cardos.
Hay tiempos como ahora cuando la depresión y la soledad florecen a plenitud.
En la depresión económica en Estados Unidos en la década de los años veinte en el siglo pasado, por ejemplo, los suicidios se multiplicaron a partir de las difíciles circunstancias económicas.
Y más en los casos de las familias donde el padre estaba endrogado.
Es el caso, por ahora, cuando en los 9 meses de MORENA la recesión va por delante, así le llamen como le llamen los economistas y políticos.
Y en el caso de las decepciones que han llevado al suicidio (la mayor parte jóvenes), caray, cada familia ha de estar más, mucho más pendiente del corazón de sus hijos, pues un desencanto amoroso es más peligroso que una R-15 y una bomba nuclear.