Luis Velázquez | El Piñero
23 de agosto de 2021
La política es un tragadero de amistades. Son tantos los puntos de desencuentros que por lo regular truenan relaciones que parecían invulnerables. En el camino de un político muchos cadáveres va dejando.
Por ejemplo, y a vuelo de pájaro, un compendio de examigos, amigos que lo fueron, amigos que dejaron de ser:
Marlon Ramírez y Raúl Díaz Diez. Jorge Carvallo y Érick Lagos con Javier Duarte. Alberto Silva y Fidel Herrera Beltrán.
Fidel Herrera y Miguel Ángel Yunes Linares.
Erik Cisneros Burgos y Zenyazen Escobar. Cuitláhuac García Jiménez y Leslie Garibo.
Joaquín García Guzmán, Enrique Cambranis y Tito Delfín.
Julen Rementería y Yunes Linares.
Entre tantos otros.
De los días de tremenda y espectacular amistad a la ruptura del idilio amical.
Estocadas que en términos generales duran toda la vida. Y se fermentan, naturaleza humana al fin y en donde predominan la discordia, el rencor, el odio y hasta la venganza.
En el primer tramo del siglo pasado, hasta se mataban. Incluso, llegando a masacres. La matanza de Topilejo, por ejemplo, ordenado por Plutarco Elías Calles en contra de José Vasconcelos Calderón, donde perdieran la vida cien de sus seguidores en la carrera presidencial.
El ajuste de cuentas de Raúl Salinas de Gortari, el hermano incómodo del presidente Carlos Salinas, con su excuñado, José Francisco Ruiz Massieu, entonces, secretario General del CEN del PRI.
La amistad, como un cóctel explosivo, donde cada parte reprocha a la otra una deslealtad, una traición, una puñalada trapera o una puñalada derecha, derechita al corazón.
Todo, porque el poder es como una droga y vuelve más adictas y enloquece a las personas, peor que la cocaína, por ejemplo.
Amistades tan pasionales que rara, extraña circunstancia cuando, de pronto, una a otra se perdona.
Y es que, por lo general, por aquí la amistad se trunca jamás regresa. Suelen levantar muros peor que en el infierno.
AMISTAD AVASALLANTE
Por ejemplo, indicativo y significativo el pasado y el presente entre Fidel Herrera y Miguel Ángel Yunes Linares.
Fortalecida la amistad en el sexenio de Rafael Hernández Ochoa, el jefe máximo de ambos, el padre putativo, caminaron juntos.
Se ayudaban. Se empujaban para seguir escalando. Se abrían puertas. Cabildeaban en conjunto. Operaban como el uno y el dos y el dos y el uno sin que ninguno deseara ser más que el otro.
Y de pronto, la política los separó. En la leyenda, mitología, verdades y mentiras a medias, se afirma que las pasiones revolcadas los distanciaron.
El resultado fue avasallante:
Uno. Nunca, jamás, se perdonaron.
Dos. Se odiaron con un rencor multiplicado.
Tres. Se destruyeron con la Magnum en las manos derecha e izquierda, sin tregua.
Cuatro. Se bloquearon.
Solo faltó que cuando ambos gobernaron Veracruz se encarcelaran entre sí, y, bueno, fue ganancia. Se respetaron.
Pero como afirmaba el priista Adolfo Mota, Fidel, Yunes Linares, Dante Alfonso Delgado Rannauro e Ignacio Rey Morales Lechuga “nos quedaron a deber la presidencia de la república”, como en el tiempo de Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines.
Y el cuarteto se peleó y la esperanza quedó diluida.
Muchas estocadas se asestaron las partes en el camino.
Excepcional, fuera de serie, entonces, por ejemplo, el equipo político integrado por Miguel Alemán Valdés que llegó a la gubernatura de Veracruz y luego a la secretaría de Gobernación y después a la presidencia de la república con muchos amigos desde entonces.
A LA ORILLA DEL PRECIPICIO
Desde Alemán Valdés, nunca, jamás, otro gran equipo político se ha integrado en Veracruz para seguir escalando peldaños en la escalera del poder.
Claro, hay ejemplos invariables en el resto del país.
Por ejemplo, Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón. Con todo y que terminaron mal. Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo. Miguel de la Madrid y Carlos Salinas. El equipo de Enrique Peña Nieto de la gubernatura en el estado de México a la presidencia de la república.
Pero, bueno, el dicho popular dice que “los amigos se cuentan con los dedos de una mano y sobran dedos”.
Quizá, porque es lección de vida. Y más riesgo en la política donde tantos intereses de todo tipo (políticos, económicos, sociales, etcétera) se cruzan y entrecruzan, llenos de tentaciones para las deslealtades y las traiciones.
Además, y como dice el politólogo Carlos Ernesto Ronzón Verónica, en la vida pública los seres humanos son elementos desechables.
Por lo regular, los jefes utilizan a los demás y cuando los han exprimido y los creen innecesarios los refunden por ahí, sin ningún remordimiento de conciencia.
Los políticos, dice el viejito del barrio, pocas, excepcionales ocasiones suelen tener amigos. Tienen intereses y de sobra.
El hecho de ser presidente municipal, gobernador, presidente de la república, legislador local o federal, en ningún momento te hace buena persona. Al contrario, se vive a la orilla del precipicio con la cuchilla filosa lista para decapitar a las personas incómodas e indeseables.