- Ora por los desaparecidos
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- Uno. Un pueblo reza
El tsunami de la violencia causa estragos en Veracruz. Y el arzobispo de Xalapa convoca a la feligresía a rezar y seguir rezando para detener las balas. Y los evangélicos también se declaran en jornadas de 24 horas para orar y restablecer la paz, dicen.
Pero… ¿logran las oraciones el milagro?
El Papa Juan Pablo II solía rezar ocho horas diarias según el boletín. Era, claro, su chamba.
Todas las noches, en las iglesias católicas de Veracruz, como en el resto del mundo, se reza el rosario.
Y en cada oración piden por el eterno descanso en el más allá, en el otro lado del charco, de los muertos.
También, de paso, ruegan por la tranquilidad en la vida y en los bienes en el territorio jarocho.
Se respeta, claro, la fe de cada persona y cada familia. Se respeta la creencia en el Dios de cada quien. Se respeta que los evangélicos, por ejemplo, recen también por el fin de la corrupción política.
Pero mucho se duda que las oraciones logren la utopía tan deseada y soñada como es un Veracruz con su “noche tibia y callada” como la cantaba Agustín Lara y “con sus palmeras borrachas de sol” y con su Veracruz “lindo y querido” como le cantaba Pepe Guízar cuando vivía en su casita de Mocambo.
Y más, por ejemplo, cuando se leen y escuchan las noticias y una niña más fue asesinada en una plaza comercial de Córdoba y que, dice el cronista, sirvió de escudo humano a su padre, presunto narco, para, digamos, salvar la vida y que tampoco salvó.
Y más, cuando también se recuerda que cuatro niños (de 3, 4, 5 y 7 años) fueron asesinados en una colonia popular de Coatzacoalcos.
Y el niño asesinado con su maestra en Tantoyuca, el feudo caciquil de la familia Guzmán Avilés.
Dos. El paraíso perdido
La oración es un bálsamo, digamos, una especie de consuelo, para el alma. Expresa, claro, la firmeza en la fe. La fe en un Ser Superior que de tan generoso y bondadoso que es, así como creó el mundo en siete días, también podría lograr el milagro de una sociedad en paz, sin malandros, sin ladrones, sin rateros, sin asaltantes, sin asesinos.
Pero si la Gendarmería, la Policía Federal, la Policía Militar, los marinos, la Fuerza Civil, la policía estatal y municipal y la policía del IPAX han sido incapaces de restablecer el paraíso perdido en Veracruz, entonces, cuesta mucho, demasiado, excesivo trabajo creer en el milagro de la oración.
Cierto, y como ejercicio de la fe, ha de rezarse.
Pero al mismo tiempo, quizá sea más efectivo que la iglesia católica y los evangélicos, anexos, conexos y similares, vayan a la calle cuantas veces sea necesario con los feligreses a una marcha pacífica clamando la seguridad tan deseada.
Y que ofrezcan ruedas de prensa a los medios locales y nacionales para que su protesta se escuche en el altiplano, la sede de los poderes federales.
Y que la homilía de cada misa se centre en el legítimo clamor por la paz.
Y que cada domingo el arzobispo y los obispos de Tuxpan, Papantla, Córdoba, Orizaba, San Andrés Tuxtla y Coatzacoalcos expidan una carta pastoral resumiendo, quizá, la violencia de la semana, y al mismo tiempo, insistiendo sobre la tranquilidad social.
Y que integren un frente común con los Cardenales del país para que desde el semanario “Desde la fe”, cada semana pongan “el índice en la llaga purulenta” de la incertidumbre y la zozobra.
Y que la iglesia católica y los evangélicos y demás religiones, capillas y sectas se unan en un solo haz de voluntades para exigir al gobierno el restablecimiento del orden social.
Hay que rezar, cierto, pero Dios tiene demasiada chamba en otras latitudes del mundo para voltear por ahora a Veracruz, convertido en un río de sangre y en un valle de la muerte.
Tres. En la antesala de la desesperación
Los ministros de Dios (el Dios de cada quien, la religión de cada uno) predican sobre la fuerza de la oración.
Incluso, practican las llamadas “cadenas de oración” donde al mismo tiempo, todas las iglesias y todos los feligreses rezan y siguen rezando por un objetivo social.
Pero así como están las cosas y las circunstancias, y los días y las noches sombrías en el territorio jarocho, la oración resulta insuficiente, y por añadidura, necesita una ayudadita.
El gobierno azul, por ejemplo, dice que incorpora a más elementos de la policía estatal a la Policía Militar para los patrullajes en las ciudades con focos rojos.
Alienta, por ejemplo, la formación de una Policía Municipal sin precedente.
Cacarea que el llamado C-4 será ampliado a las regiones más peligrosas con cámaras de video-vigilancia.
Y sigue asegurando que las ejecuciones que se están dando por todos lados se debe al ajuste de cuentas entre la delincuencia organizada.
Y en contraparte, el terror y el miedo sigue gobernando la vida cotidiana en todo el territorio jarocho, pues nadie está a salvo, así algunas familias tengan vigilancia policiaca privada.
Recen, entonces, quienes tengan fe. Pero las cosas terrenales requieren acciones terrenales. Y nada más efectivo que la marcha social, la revolución pacífica, las guardias comunitarias y vecinales por todos lados, el cabildeo con los legisladores locales y federales, la protesta mediática, sin llegar, por lo pronto, a una huelga de hambre, porque con todo la vida se expone, con el riesgo de graves lesiones mentales en caso de sobrevivir.
Golpeada la esperanza, oscurecida la luz del día, la mitad de la población de Veracruz (católicos) y una parte de la otra mitad (evangélicos) achican su mundo a la oración. Y con tantas nubes negras en contra, a un paso está la desesperación social. Y en la desesperación, los pueblos sólo tienen el camino de la sublevación.
Nadie, claro, tomará las armas ni tampoco “el cielo por asalto”.
Pero los feligreses también votan en las urnas…
