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VERACRUZ: Los Yunes, breve historia de rencores familiares

El Piñero

•Vivir para odiar
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- UNO. Los Yunes azul y rojo

Durante más de 25 años, Miguel Ángel Yunes Linares ha guardado rencor y odiado a Fidel Herrera Beltrán y nunca, jamás, lo pudo descarrilar.
Y desde la mitad del año 2016, mínimo, Héctor Yunes Landa vive para odiar a su primo Miguel Ángel Yunes Linares.
Quizá, a partir de cuando Miguel Ángel lo derrotó en las urnas compitiendo por la gubernatura.
En el odio de Yunes a Fidel llegó un momento cuando “El tío” de plano lo ignoró.
Ahora, Miguel Ángel ignora por completo a Héctor y Héctor, solito, y a tiro por viaje, le sigue apretando el botón nuclear, a través de la declaración mediática y/o de su artículo semanal.
Es un odio vertiginoso y creciente, quizá, digamos, como un volcán en perpetua erupción.
Alguna vez, Ángel Leodegario Gutiérrez, político priista y magnate periodístico, también quedó atrapado y sin salida en un rencor y un odio sin igual en contra de algún otro político cuyo nombre siempre reservó, o cuando menos, ocultó para algunos.
Un día, exclamó:
“¡Basta de tanto odio! ¡Estoy envejeciendo! ¡Y el alma se me está pudriendo!”.
Entonces, tomó la sabia decisión de dejar de odiar, y de cantar a José Alfredo Jiménez en la canción aquella de que “aunque sigas viviendo… para mí ya estás muerto”.
Se ignora si a partir del momento se rescató a sí mismo y pudo conciliar el sueño y tratar de ser un poquito más feliz.
Pero en el caso, y más porque se atraviesan pasiones políticas desaforadas, resulta insólito y enloquecedor que el senador Héctor Yunes Landa, tan fogueado en el carril político, seguía odiando tanto al gobernador Miguel Ángel Yunes Linares.
A primera vista, ningún caso tiene.
Ningún beneficio recibe.
Y, por el contrario, sólo se atraviesan y revuelven los fantasmas para vivir en paz y en tranquilidad consigo mismo.
Un proverbio árabe dice que un hombre a su muerte vale más entre más enemigos deje al morir.

DOS. Cero reconciliación

En su último artículo semanal, Héctor Yunes insiste en el tema.
Incluso, rescata una cartita abierta publicada el lunes 27 de junio de 2016 en el periódico Reforma por Miguel Ángel, gobernador electo, donde pide al presidente Enrique Peña Nieto su “urgente intervención en Veracruz”, ante una serie de acciones políticas, administrativas y legislativas –utilizando para ello su mayoría en el Congreso- que había emprendido el entonces gobernador Javier Duarte.
Entonces, dice que de igual manera, el gobernador electo, Cuitláhuac García Jiménez, podría retomar el contenido  de la carta, quitar el nombre de Miguel Ángel y endosar el suyo, porque se trata de la misma historia.
Es decir, Héctor estaría viviendo la peor pesadilla de su vida, pues en el comienzo de cada día se ha de levantar y también de acostar hacia la noche alimentando su actitud ante Miguel Ángel.
Vivir para odiar.
Vivir para guardar rencor.
Así, vivir es un infierno.
En la víspera de la elección de gobernador en el año 2016 un Yunes se casó y en la foto del recuerdo publicada en una parte de la prensa escrita apareció una foto donde Héctor y Miguel Ángel están trajeados, sonrientes, contentos, felices, abrazados.
Y unos días después, luego de los comicios, el odio nació, se multiplicó, se ha desarrollado y fermentado en su más alta dimensión estelar.
Lo peor:
El odio aquel se extendió como el cáncer en el seno familiar y las familias se dividieron y tomaron partido.
Unos contra otros.
Y desde entonces, nunca la reconciliación, ni la posibilidad siquiera.
Incluso, en su último artículo semanal, Héctor asegura que “en sólo cuatro meses Veracruz dejará atrás los dos gobiernos más corruptos de su historia; gobiernos que ejercieron las mismas prácticas que empobrecieron y polarizaron a la sociedad, aumentaron la violencia y que al final de la administración buscaron imponer funcionarios que les garantizaran protección e impunidad”.
Se refiere a Javier Duarte, el otro político odiado por Yunes Linares.

TRES. Profecía de Héctor Yunes

En su odio, Héctor profetiza como si tuviera el arte profético de anticipar el futuro:
“Hoy Javier Duarte está en la cárcel. El destino ya espera a Miguel Ángel Yunes”.
Y, bueno, ya para desear la cárcel para Miguel Ángel, el peor estado social y emocional y moral en la vida de un ser humano, está canijo.
El odio, pues, en el sótano del infierno.
Se lo dice así:

“El autoritarismo del PAN y de los intereses de una nueva banda corrupta que nos gobernó los últimos veinte meses”.
El peor calificativo que se le puede endilgar a un político que ha dedicado toda su vida, como Miguel Ángel, a la vida pública.
Y más en un país en el primer lugar de corrupción política en América Latina y en uno de los primeros lugares en la escala internacional.
La peor ofensa, y en el caso, a una familia, donde dos hijos también son políticos.

CUATRO. Odio familiar

Hay, pues, mucho, demasiado, obsesivo rencor y odio.
Y más porque ha transmutado a nivel familiar.
Se ha regresado a principios del siglo pasado cuando las diferencias políticas se arreglaban a base de traiciones, deslealtades, emboscadas, venganzas, cárcel, desapariciones y asesinatos.
Y lo peor, todo indica que en ninguna parte se ha instalado la prudencia y la mesura, aun cuando el silencio de Miguel Ángel ante el bombardeo nuclear de Héctor podría significar la posibilidad.
En cuatro meses, Miguel Ángel dejará la gubernatura y con el PAN derrotado en la gubernatura y en las curules locales y federales y senadurías, pero más todavía en la presidencia de la república, Yunes Linares volvería, digamos, a la  vida privada, en tanto Héctor pasará de la Cámara de Senadores a la Cámara de Diputados, y en donde quizá bien podría retomar el odio en contra de su primo.
Pero, al mismo tiempo, Miguel Ángel, un animal político cien por ciento, buscaría otros espacios para existir y ser.
Y, de ser así, sólo se vislumbra un mundo peor donde el odio únicamente terminaría, digamos, y pensando con buen karma, cuando la muerte alcance a uno.
Pero…entonces nadie dudaría de que conforme al relato bíblico, el odio seguiría fermentando en el resto de la familia.
Grave, terrible, que dos políticos tan valiosos para sus familias, pero también, para Veracruz, incluso para el país, pues ambos han desempeñado cargos públicos federales, terminaran odiándose tanto luego del tiempo caminado juntos en que Miguel Ángel, mayor de edad, abonó el surco de Héctor para incursionar en la vida pública.
Ni modo, genes son genes y vísceras son vísceras y ojalá ninguna parte transgreda los códigos universales de honor para terminar asesinándose entre sí.

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