Luis Velázquez
24 de julio de 2019
blog.expediente.mx
Un político más, secuestrado y asesinado en
Veracruz. Se llamaba Rogelio Ayala Palomino y fue presidente municipal de
Yecuatla. El sábado 20 de julio se lo llevaron. El domingo 21, apareció su
cadáver, a pesar del pago del rescate. Fue líder estatal del Partido
Revolucionario Veracruzano, ya extinto, y diputado suplente del priista Adolfo
Mota Hernández.
Quince políticos de varios partidos están ya en
los panteones de Veracruz ejecutados en los últimos casi 8 meses. Un tiempo
siniestro y sórdido donde “la muerte tiene permiso”.
Han de establecerse, sin embargo, hipótesis
sobre el plagio y el crimen de políticos, pues cuando la muerte los está
alcanzando significa el fin del mundo. Y el fin del mundo, porque ellos, se
entiende, tienen escoltas, o las tuvieron, o caminan los días y noches con
mucho cuidado, por si las dudas, claro.
¿Los políticos asesinados forman simple y
llanamente parte de la tragedia jarocha con la ola de violencia?
¿Los secuestraron y asesinaron, digamos, en
venganza a cuando en su tiempo de funcionarios públicos nunca pactaron con los
malandros, y ahora se vengaron?
¿Estaban coludidos con la delincuencia
organizada y común y de pronto, se zafaron, o quisieron zafarse?
¿Traicionaron a los jefes narcos, y los habrían
traicionado con el reparto del billete fácil, o lo peor, porque se fueron con
otro cartel?
¿Los malandros los ejecutaron como parte de un
desafío, un reto, a la autoridad?
Grave, gravísimo el crimen de un político más,
ex alcalde de su pueblo, pues en el tsunami de la zozobra todos los límites han
sido transgredidos.
LA LISTA
DE LA MUERTE
La estrategia de los malosos se ha vuelto
repetitiva.
Primero, secuestran al político y al día
siguiente lo ejecutan.
Fue el caos, por ejemplo, del penúltimo político
ejecutado el miércoles 19 de junio, Efraín García Zavaleta, ex candidato del
PVEM a presidente municipal de Tezonapa y ex candidato a diputado local.
Un día después, el jueves 20 de junio, apareció
asesinado, igual, igualita la mecánica para plagiar y asesinar a Rogelio Ayala
Palomina, ex alcalde de Yecuatla.
Al momento, van ex alcaldes, alcaldes en
funciones, Oficiales Mayores de Ayuntamientos, ex candidatos a un cargo de
elección popular, líderes partidistas, sindicales y de comerciantes, y hasta
fundadores del partido MORENA.
En la lista de la muerte están los siguientes:
Maricela Vallejo Orea (Mixtla), su esposo y el
chofer de la Comuna. Agustín Pegueros Alcántara (San Juan Evangelista). Marcos
Medina Castellanos (Coatzacoalcos).
Aarón Gómez Vergara (Ciudad Mendoza). Gabriel de
la Rosa Enríquez (Oteapan). Noé Jiménez Pablo (Córdoba).
Lorena González León y su esposo, Víctor Manuel
Pérez Muzo (líderes sindicales en Agua Dulce). María del Carmen Ruiz Hernández
(lideresa de locatarios en Xalapa).
Sergio Heriberto Domínguez (Tequila, ex
alcalde). Ernesto Marrugares Ramos (San Juan Evangelista, fundador de MORENA).
Jorge Ramos y Saúl Zapata (Gutiérrez Zamora, regidor y ex candidato a la
alcaldía).
Ignacio García Isla y Justino Castro Serrano
(Villa Azueta, ambos morenistas).
En todos los casos, la genuina expresión de la
inseguridad, la incertidumbre y la violencia, tarea de la secretaría de
Seguridad Pública.
Y la impunidad, procuración de justicia a cargo
de la Fiscalía.
El politólogo Ramón Benítez dice que entre más
crímenes y mayor impunidad, más, mucha más violencia, los malandros
“crecidos al castigo”.
LAS
ENTRAÑAS DE LA MUERTE
Nada como el secuestro y asesinato de un
político ocupa y preocupa, aterroriza, llena el corazón social de miedo.
Desde luego, la angustia se multiplica con el
asesinato hacia el día 231 de MORENA en el palacio de Xalapa de las mil 146
personas, y de las cuales, 136 eran mujeres y 44 menores de edad, la mayoría
con una edad promedio de 17 años.
Pero cuando la muerte llega a un político,
entonces son palabras mayores, pues si a ellos alcanza la guadaña, entonces,
han de esperarse tiempos peores.
Y, por eso mismo, la autoridad está obligada a
rendir cuentas, digamos, para evitar las locuras de la imaginación pensando lo
peor, cierto, pero al mismo tiempo, para saber el infierno donde estamos
atorados entre la espada y la espada.
Y más en un Veracruz donde decenas, cientos,
quizá miles de padres de familia, sobre todo, las madres, siguen buscando a sus
hijos y parientes desaparecidos desde el primer año de gobierno de Javier
Duarte, 2011, sin una lucecita tenue, frágil, alumbrando el largo y extenso
túnel del desencanto y la desesperanza.
Un día, asesinan a una o varias personas. Y al
día siguiente, a otras más. Y al tercer día, a más.
Entonces, en la población fermenta la más
truculenta de las fantasías para vislumbrar todo lo malo, y con justa razón,
pues ignora las entrañas de la muerte.