Médico secuestrado…
Y en su consultorio
Luis Velázquez/ Carta Abierta
Veracruz.- DESTINATARIO: Se insiste: nadie en Veracruz está seguro. Menos, festinar que ya la libró. Incluso, así tengan escoltas día y noche. Peor tantito, así estés con tu familia, digamos, en un restaurante. Más grave, así estés chambeando en tu trabajo.
Tantito peor, así vayas caminando en la calle solo o acompañado.
Peor tantito, si te secuestras y tu familia adolece de liquidez, entonces, te matan.
Incluso, así pagues el rescate, te matan.
REMITENTE: La noche del martes 26 de febrero, en Chacaltianguis, un dentista fue secuestrado (claro, con violencia) en su consultorio.
Se llama Marcos Santos Quintana.
Los malandros, “armados hasta los dientes” como describen los reporteros policiacos clásicos, a punta de golpes e insultos lo treparon a la unidad móvil en que se lo llevaron.
Horas después, pidieron un rescate millonario.
ENTREGA INMEDIATA: Es el diario vivir en Veracruz. La ola de violencia, fuera de control. Desbordada. La autoridad estatal, rebasada.
La numeralia enchina la piel y coagula el corazón.
En 88 días del sexenio de izquierda, 399 asesinatos.
De los cuales, 41 feminicidios.
Dos infanticidios.
Siete políticos y líderes sindicales asesinados.
Además, 88 secuestros.
ACUSE DE RECIBO: Por un lado, la inseguridad, tarea de la secretaría de Seguridad Pública.
Por el otro, la impunidad, tarea de la Fiscalía.
Y los titulares de ambas dependencias, metidos en un costal de perros y gatos rabiosos, sin cruzarse, según trascendido, la palabra.
Más, luego de la obsesiva obsesión de la Cuitlamanía por destituir al Fiscal.
Veracruz con los 8 millones de habitantes, entre la espada y la espada.
El destino social mediato e inmediato, incierto.
CARTA EXTRAVIADA: Camina Veracruz por un largo y extenso, a veces inacabable, túnel de la muerte.
Por ningún lado asoma una tenue y débil y frágil lucecita para iluminar la oscuridad perpetua.
Hoy más que nunca, los niños juegan en el recreo a malosos y al fuego cruzado y a caer asesinados porque es la vida cotidiana, digamos, lo que escuchan en casa, lo que oyen en la tele, lo que cuentan los amiguitos.
La película “El infierno” de Damián Alcázar y Joaquín Cosío debiera proyectarse en las escuelas para así complementar la teoría con la práctica.
Y el desencanto social con el nuevo sexenio se multiplica.
No pueden. No saben cómo. Nadie pensaría que desfasados mejor han caído en la indolencia y en vender esperanzas como todos los políticos priistas, panistas y perredistas.