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En Veracruz, “Ya nadie vive en paz”; la masacre en Coatzacoalcos

El Piñero

Luis Velázquez /Barandal

20 de febrero de 2018

 

ESCALERAS: En Coatzacoalcos, una masacre. 4 personas asesinadas, entre ellas, un menor, en una funeraria. Velaban un cadáver. Y de pronto, zas, aparecieron los malandros. Y rafaguearon, a ton y son. Así nomás. “Aquí, ya nadie vive en paz” dijo el Consejo Coordinador Empresarial. La guerra está dura. Y aun cuando pareciera que la autoridad la está perdiendo, cada semana, la yunicidad hace un balance. Ahí va. El gran pendiente social de la tierra jarocha. El horror y el terror. El miedo y “el miedo al miedo”.

Fue la noche del jueves 15 de febrero. En la funeraria de la colonia Cuauhtémoc en Coatzacoalcos. Velaban a un ex convicto. Salvador Aguilera, apodado “El Papa”. Los pistoleros entraron con el rostro en un pasamontañas. En la noche, noche tétrica, sólo se les veían los ojos. Y las armas.

Un muerto se llamaba Oscar Antonio, 33 años. Otro, Javier, 47 años. Otro, Allison, de 15 años. Y la cuarta, una mujer, María de los Ángeles, de 32 años, esposa de “El Papa”, asesinado 48 horas antes en la zona centro de la ciudad.

Dos mujeres heridas. Carmen, de 18 años. Leticia, de 53 años.

Todos ellos se hilvanan al rosario de la muerte en un Veracruz que antes, mucho antes, era el paraíso.

Niños asesinados, personas abatidas y desmembradas, civiles muertos, víctimas inocentes, secuestrados, desaparecidos.

El Señor Todopoderoso de cada quien, cuide a todos. La muerte tiene permiso en “la noche tibia y callada” de Agustín Lara.

 

PASAMANOS: Los días y las noches caminan en medio del naufragio. Cada amanecer es oscuro. Todos los días, en el filo de la navaja. La vida, prendida con alfileres.

Coatzacoalcos, por ejemplo, está en la cima de la incertidumbre y la zozobra. El municipio, se afirma, más incendiado. Córdoba, en segundo lugar. Con todo y que el dictamen de Seguridad Nacional fue que el año anterior, Acayucan (paso obligado de migrantes de América Central, la tierra de las cacicas panistas Regina y Fabiola Vázquez Saut, el duartista Érick Lagos diputado federal) ocupó el primer lugar nacional en homicidios con un 3 mil cien por ciento.

Pero además, Coatza (de donde Salma Hayek salió huyendo en búsqueda de un mejor destino), el desempleo, el subempleo y los salarios mezquinos.

La crisis de PEMEX ha pegado y duro. Ex obreros petroleros, pidiendo limosna en las casetas federales.

Comercios cerrados. Bajas ventas. Ventas de casas.

Por eso, cuando a los empresarios les dijeron que habían de comprar videocámaras en sus negocios pegaron el brinco. Cuestan, dijeron, 35 mil pesos.

Y ya para que un comerciante sencillo y común, un hombre de la industria, se lamente así, “es hora de poner las barbas a remojar”.

 

CASCAJO: Está claro que hay una guerra. La inició Felipe Calderón cuando lanzó al ejército a las calles para combatir a los carteles y cartelitos. Su sexenio lo dejó con 150 mil muertos. Los mismos, se afirma, que lleva Enrique Peña Nieto.

Y los narcos, ya se sabe, caminan. Del norte del país brincaron a Tamaulipas. Y de Tamaulipas siguieron a Veracruz. Y si en el duartazgo eran cuatro los carteles disputando la jugosa plaza Veracruz, ahora son siete.

Bueno, ocho. Ocho, si se considera que el último informe del gobernador Yunes, citó un nuevo cartel. Se llama “Zetas Vieja Escuela”, y la semana anterior cuatro sicarios de ellos fueron aprehendidos.

Además, claro, de lo que el ex procurador de Justicia de la República, Jesús Murillo Karam (amigo, amiguísimo de Miguel Ángel Yunes Linares) refería de los cartelitos, formados con los carteles en pugna.

Y si en el duartazgo, la guerra fue perdida debido, se afirma, a la negligencia y la complicidad, pues (y por ahora) hay diecinueve jefes policías y policías detenidos acusados de desaparición forzada, ahora, cuando la yunicidad está de frente combatiendo, la piel se enchina porque Veracruz sigue igual. O peor como ha dicho Pepe Yunes Zorrilla.

Un río de sangre. Un valle de la muerte.

“Ya nadie vive en paz” dice el Consejo Coordinador Empresarial, filial Coatzacoalcos.

 

RODAPIÉ: Hay en Veracruz, como en el resto del país, una guerra contra el narco. Pero otra realidad avasalla. Quedó claro el domingo 28 de enero.

En el puerto jarocho, la bailarina de un bar hot se quitó la vida. Se ahorcó en su casa. Estaba sola. Sus familiares habían ido a misa. Se llamaba Mayté y tenía 22 años. Dejó una niña.

Pero también una carta póstuma. En un párrafo pedía perdón a sus padres y les decía:

“Me maté… porque no aguanto más las drogas. Las drogas acabaron conmigo. Amo a mi hija. Y a todos. Pero tengo tantos problemas en mi cabeza”.

Hay carteles y cartelitos. Pero si en el siglo pasado, cuando el capo José Albino Quintero Meraz, sexenio de Patricio Chirinos Calero, Veracruz era el paso de la droga del sur al norte del país, poco a poco mudó en un centro de consumo de droga.

Y por eso, y sin ahondar en mayores explicaciones sociológicas, también los carteles tienen vida, además, claro, del negociazo y que llega hasta los migrantes de Guatemala, Salvador, Honduras y Nicaragua en su paso por la tierra jarocha.

“Las cosas están muy feas” dice la vecina.

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