Redacción El Piñero
Saltillo, México – Domingo Isaías Suárez Ramírez, originario de Oaxaca, emergió a las calles de Saltillo, un hombre transformado por la gratitud. Hace ocho años, fue liberado de las garras del alcoholismo, y hoy recorre estas calles, no en busca de espíritus, sino con un propósito lleno de espíritu: entonar las mañanitas en honor a San Judas Tadeo.
Con profunda devoción, Domingo, un músico de tamborazo, desplegó su trompeta y su tambora, ofreciendo sus melodías al venerado santo, conocido por su ayuda en las causas más improbables. Llegó temprano para evitar las aglomeraciones y entonó al menos cuatro melodías, con su audiencia cautiva, que incluía a su hija, Isabela Fernanda, y su nieto, Neymar, quienes escucharon con total devoción.
El fervor y la devoción que siente hoy por San Judas Tadeo tienen profundas raíces en un capítulo conmovedor de su vida. En medio del alcoholismo, Domingo se encontraba en una encrucijada desoladora. Recuerda días en los que yacía en las calles, perdido y sin rumbo. En un momento de claridad, realizó una solemne súplica por su recuperación, una súplica que ha dado forma al curso de su vida. Para expresar su profunda gratitud, ha recurrido a la música y la danza como actos de devoción, que ahora realiza tanto en las calles como desde la seguridad de su hogar.
Domingo Isaías ha hecho de Saltillo su hogar durante los últimos 19 años, aunque sus raíces se extienden hasta Santo Domingo Jolitepec, región del Istmo de Oaxaca. Encontró algo especial en Saltillo, un lugar donde podría realmente vivir. Aunque parte de su sustento proviene de la venta de frutas, en sus horas libres, recorre los vecindarios de la capital de Coahuila, reviviendo el distintivo Tamborazo de Oaxaca.
Sin embargo, en medio de sus incansables travesías, se toma un momento para reconocer el refugio de San Judas. Sus plegarias no solo son una expresión de gratitud; también buscan bendiciones para su salud, el bienestar de su familia y la continua provisión diaria de sustento y trabajo.
En la música y la danza de Domingo Isaías, vemos un emotivo tributo a la resiliencia y la redención, un testimonio del poder de la fe y la inquebrantable capacidad del espíritu humano para alzarse por encima de las sombras del pasado.