La sola reunión en lugar público del candidato no-priísta de los priístas José Antonio Meade Kuribreña con Miguel Angel Osorio Chong, secretario de Gobernación, fue la pista que reveló la fragilidad del grupo de interés detrás de la propuesta peñista para las elecciones presidenciales del 2018.
El flamante candidato no la tiene fácil porque enfrenta un escenario dominado por un creciente y sólido anti priísmo reflejado en las encuestas y un anti peñismo contaminando las apasionadas redes cibernéticas. Y como el peñismo videgaraicista repudia al viejo PRI de las corporaciones, de los acarreos, de las exigencias de cuotas de poder, de beneficios a líderes y de impuridad institucional, entonces Osorio aparece como una pieza clave en el vacío político del nuevo candidato no-priísta del PRI.
A pesar de los augurios, Osorio Chong no será el Manuel Bartlett de la candidatura salinista que condujo la elección al caos electoral del descrédito. El espacio político del secretario de Gobernación derrotado hoy por la candidatura de la continuidad del neoliberalismo salinista podrá ser determinante para la construcción de una alianza de los neoliberales videgaraicistas con los priístas de partido.
Para ganar –primero– y gobernar –después, si gana–, Meade necesitará de cuando menos tres estructuras priístas indispensables: aparato de organización de campaña para llevar votantes a las urnas, una primera minoría en las dos cámaras federales y un PRI capaz de recuperar posiciones estatales ahora con gobiernos de oposición.
Sobre todo, Meade necesitaría de diseñar un discurso político que conmueva a los votantes, porque la sola figura representativa de la continuidad neoliberal y la meta de PIB del propio Meade pare el corto plazo –2018-2023, Criterios Generales de Política Económica del 2018, página 90– de un modesto 3.5% promedio anual va a requerir de una bisagra política con el PRI que en el 2000 y el 2006 le apostó al PAN.
El factor Osorio Chong requiere de una agenda más sólida y valiosa que la que le dieron a Mario Moya Palencia en 1976, Javier García Paniagua en 1982, Manuel Bartlett Díaz en 1988 y Manuel Camacho en 1994. Desde sus despachos y hojas de cálculo donde elaboran escenarios políticos como si fueran variables macroeconómicas, los miembros del grupo de interés neoliberal que decidieron la candidatura de Meade han desdeñado desde siempre el conflicto social detrás de los comportamientos político-electorales de los votantes priístas.
Ignorar el desafío político en las nominaciones de 1976, 1982, 1988 y 1994 llevó a la élite burocrática neoliberal a centrar su atención en los resultados electorales a favor del PRI. Pero la capacidad de competitividad de la oposición para el 2018 acumulará experiencias pasadas. Lo de menos será que gane el PRI y que lo haga con 30% o menos de los votos, porque lo importante no será el grado de ilegitimidad del cargo presidencial que siempre se compensa con el ejercicio autoritario del poder coercitivo, sino que lo significativo estará en una oposición que bloqueará el funcionamiento de la presidencia.
La tendencia a la baja del PRI en las encuestas anteriores a la nominación de Meade mostró que la base electoral del PRI no alcanzaría para ganar; una cosa es el manejo de imagen en medios con abrazos, comidas y desplegados, y otra muy diferente el repudio contra el PRI en las redes. Sin política, Meade estaría en desventaja electoral.
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Política para dummies: La política es el arte de sumar, aunque se reste.
Sólo para sus ojos:
- La forma en que Agustín Carstens dejó el Banco de México reveló el fracaso de la autonomía del banco central. Y la debilidad del sucesor, por depender del grupo Videgaray, no fue una buena noticia. La inflación subió en este año no sólo por el gasolinazo, sino porque Banxico no fue atendido en su exigencia de bajar impresión de billetes. Por eso fue que Carstens mejor se fue a Basilea, Suiza.
- Primeros indicios que preocupan: fueron más los negativos del PRI en la figura del candidato Meade que las manifestaciones de confianza en el candidato por Meade. O sea que el PRI contaminó con sus negativos al candidato no-priísta del PRI. Las severas críticas a la ex lopezobradorista Guadalupe Loaeza por sus elogios melosos a Meade fueron un termómetro del grado de repudio al PRI por el propio PRI que por sus figuras no-priístas.
- Las primeras percepciones indican que la candidatura de Meade ayudó a posicionar mejor a Margarita Zavala de Calderón y que no se cumpliría la versión de que el priísta-no-priísta se llevaría los votos calderonistas.
@carlosramirezh
Con información de libertad-oaxaca.info