Luis Velázquez | El Piñero
04 de septiembre de 2021
ESCALERAS: Ciro Robles cumplirá veinte años en Estados Unidos como migrante.
Se fue del pueblo en una caravana de compañeros de su edad luego de aventura laboral insólita como jornalero, ayudante de albañil, albañil, pintor de brocha gorda, fontanero, vendedor de volovanes en el parque y chofer.
Y en todos los casos, en aquellos trabajos informales con un sueldito insuficiente. Salarios de hambre les llamaba Ricardo Flores Magón en 1910 en el periódico Regeneración.
PASAMANOS: Entonces, al cumplir veinte años “quemó sus naves” en Veracruz y se fue, esperanzado en los amigos, unos cuantos, que andaban por allá luego de padecer el mismo viacrucis en camino largo y extenso de espinas y cardos.
Hacia fin de año cumplirá cuarenta años, veinte sin estar cerca de sus padres y hermanos. Allá, se conserva soltero. Quizá aventuras amorosas, mejor dicho, sexuales, pero sin la mayor trascendencia.
Así, programan un gran encuentro. Desde ahora, la familia realiza los trámites diplomáticos para el pasaporte y viajar a Estados Unidos en avión y encontrarse con el hijo, digamos, pródigo, quien nunca, en dos décadas, ha faltado a su compromiso puntual de enviar las remesas a la familia.
CORREDORES: Como tantos otros paisanos, allá anduvo de pueblo en pueblo. Los más, Texas y California, y con “el tiempo y un ganchito” se estableció en un rancho en Texas sembrando pistache, oficio que aprendiera luego luego.
En veinte años, con las remesas enviadas, sus padres construyeron su casita de dos pisos y hasta con el servicio de Internet para enlazarse con Ciro Robles.
Cada sábado o domingo, según el caso, se enlazan a través del celular y se miran y platican y ríen y carcajean.
BALCONES: Ciro Robles ya está nacionalizado. Pero al mismo tiempo, como buen mexicano, tiene la duda y la sospecha, el miedo y el temor de que en una de esas la policía migratoria le caiga y mientras “son peras o manzanas”, lo detengan.
Por eso, nada mejor que los padres y el par de hermanos vayan como turistas y puedan verse y estar juntos y abrazarse.
En el pueblo apenas y estudió la escuela primaria, suficiente para leer y escribir y hacer cuentas. Y allá primero aprendió el inglés y luego se metió a estudiar la secundaria y el bachillerato.
Pero como en el rancho la faena es dura y absorbente, entonces, ahí quedó.
PASILLOS: Se fue del pueblo ante el fracaso de la política económica, incapaz de alentar la creación de empleos tanto en las regiones urbanas de Veracruz, pero más todavía en las zonas rurales e indígenas.
Y se fue sin pedir un mendrugo a la autoridad. Por su cuenta. Alentado por los amigos. Pero también, acorralado por el hambre. Peor tantito, atrapado por un destino incierto, lleno de zozobra, donde todos los vientos económicos y sociales eran, y son, huracanados.
VENTANAS: Ha tenido aventuras pero ninguna con raíces. Tampoco procreó hijos de a montón. Nada.
La miseria y la pobreza le carcomieron la vida cuando vivía en el pueblo y por eso se mantiene firme, inalterable, en la soltería, pues el objetivo superior es la tranquilidad social de sus padres.
Incluso, un hermano ha soñado con seguir sus pasos, pero Ciro Robles le ha puesto el alto. Primero están los padres. Y por eso mismo, hasta le asignó un sueldo mensual para cuidar al par de ancianos quienes andan en los 60 años de edad.
El otro hermano es casado y ahí la lleva, con premuras, pero con una lanita mensual que Ciro, el carnal mayor, le abastece.