Luis Velázquez | Barandal
25 de junio de 2021
ESCALERAS: Nada más sabio en la vida que envejecer con dignidad, como los elefantes, que cuando sienten la muerte retiran de la manada y confinan en alguna cueva de la montaña y ahí esperan el momento fatídico.
Nada peor en la vida que “un chavo ruco” sintiéndose dueño del día y de la noche y usando hasta “colita de caballo”.
Nada más prudente y mesurado que “retirarse a tiempo” porque nuevas generaciones vienen atrás, listas para tomar el mando.
Entonces, nada como mirar la vida como a los toros, de lejos, en lo más alto de la tribuna.
PASAMANOS: La vida, dice el viejito del barrio, es como una batalla. Unos ganan y otros pierden. Unos mueren y otros viven. Unos siguen en el surco y otros se retiran.
Y es el caso cuando se llega a la séptima, octava, novena década.
Es el tiempo cuando, entre otras cositas, nada más prudente que confinarse en casa a leer los libros pendientes, quizá a escuchar música, acaso a hacer ejercicio matutino todos los días y a convivir con la familia.
CORREDORES: Pero más aún, a guardar silencio y callar, conscientes y seguros todos de que el tiempo ya pasó y ahora solo quedar vivir como espectador sin opinar, y menos, mucho menos, del triángulo de las Bermudas, es decir, de política, religión y sexo.
Incluso, si a la vejez se llega con montón de achaques, males y enfermedades, y como resulta lógico y natural, nada más aconsejable que la eutanasia, pues de lo contrario, el senil se vuelve una carga demasiado pesada para la familia.
BALCONES: En el tiempo de la juventud suele vivirse con el acelerador metido hasta el fondo y unos bidones cargados de gasolina.
En la madurez, se entra en el tiempo del reposo y la energía creadora y productiva.
Es el tiempo cuando el ser humano pone en juego la vida misma para ser, hacer, actuar y trascender si trascender se puede.
En la juventud y la madurez muchas, muchísimas cosas pueden lograrse. De lo contrario, se queda en ridículo cuando ya viejo se continúa soñando, pensando y actuando como joven.
Saber envejecer, sin caer en el rencor y el odio, la soberbia y la vanidad, la ira y la venganza, abonan la dicha y la felicidad de la persona.
PASILLOS: Ya viejo, Luis Echeverría Álvarez quería seguir mandando. Igual, igualito, le pasó a Carlos Salinas, y para su fortuna, ya redujo visibilidad. Enloquecido todavía anda el panista Vicente Fox Quesada.
Locura senil de Manuel Bartlett Díaz, director general de la Comisión Federal de Electricidad, seguir en el pandero, con todo y que se le cayó el sistema y el halconazo del 10 de junio de 1971.
Fidel Velázquez, el dueño de la CTM en el siglo pasado era longevo, murió hacia los 95 años todavía en el trono sindical.
VENTANAS: El relato bíblico dice que Matusalem vivió más de novecientos años y con mujer al lado.
Hasta que las enfermedades se le vinieron encima, Fidel Castro Ruz siguió gobernando Cuba en lo que bien pudo llamarse “La dictadura perfecta” disfrazada y revestida de socialismo, ajá.
Son las excepciones. Y como el grueso de la población llega a la vejez en la vida anónima, nada mejor que retirarse a tiempo del “mundanal ruido”.
Cada quién ya “vivió su vida” como pudo y la estafeta ha de entregarse a las nuevas generaciones…