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¿De qué vivirá La Capilla, hoy vacío de mujeres y hombres, si el sueño americano se ha roto?

Staff El Piñero

 

 

El cierre de la industria y el comercio llevó a la población de La Capilla, ubicada en el municipio de Cotaxtla, Veracruz, a migrar a Estados Unidos. En dos décadas, la comunidad se ha vuelto tierra donde casi nadie echa raíces. “Trabaja uno para sobrevivir”, dice Marco Antonio, luego de ocho años en el país vecino. Varios de sus parientes, continúan en EU donde ganan lo que él no ha vuelto a percibir en México. “En nuestro país sube la inflación pero no sube nuestro salario”, dice.

 

Por Itzel Loranca

 

Ciudad de México. (SinEmbargo/BlogExpediente).– El cierre de la fábrica que por generaciones fue el cuerno de la abundancia en La Capilla, convirtió a la pequeña comunidad en un recuerdo para guardar en la memoria de cientos de familias que han migrado hacia Estados Unidos.

 

Las casas y el puñado de negocios asentados en los márgenes de la carretera Boca del Río-Córdoba y que reciben el nombre de La Capilla, pertenecen al municipio de Cotaxtla, en la región centro de Veracruz.

 

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) contó allí mil 446 habitantes en 2010 y según la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), el grado de marginación del poblado es nivel “medio”. Está clasificado como un sitio “rural”.

 

En la década de los 90, sin embargo, los hombres y las mujeres rara vez se dedicaban al campo.

 

La venta de calzado, ropa, alimentos y bebidas, eran la fuente de ingresos de varias familias. El resto, una gran mayoría, vivía del trabajo en “Polímeros de Veracruz S.A.P.I. de C.V.”, una próspera fábrica de resinas de plásticos fundada en los años 60, exportadora de productos a Brasil y Estados Unidos.

 

Pero cerró sus puertas y tanto sindicalizados como trabajadores de confianza tuvieron que cambiar el aire veracruzano por el estadounidense.

Sin papeles, arrastrando tras de sí a su familia, comenzó la migración de gran parte de los habitantes de La Capilla. Un desplazamiento que para varios terminó en un retorno agridulce a México.

 

El movimiento hacia el norte continúa. Mientras unos retornan, otros se van.

 

A solo treinta minutos de las residencias de lujo de la Riviera Veracruzana y las plazas comerciales de Boca del Río, se desdoblan sobre el camino pequeños poblados de menos de dos mil habitantes que comparten entre sí panteones, iglesias y escuelas.

 

El ruido de las bestias de acero motorizadas que atraviesan la carretera hacia Córdoba y del aire por entre las hojas de los gigantescos árboles de mango, son un arrullo constante para El Mangal, El Copital, La Candelaria y Mata Espino.

 

Aparece un letrero de metal en blanco y negro, y después una parada de Autobuses Unidos. Anuncian que hemos llegado a La Capilla.

 

Sin embargo, aún más inconfundibles son el muro y la reja vetustos, vestigios de la fábrica que tras más de 20 años de haber sido abandonada sigue siendo la referencia obligada para esa comunidad.

PROSPERIDAD TRUNCADA

La Capilla alguna vez fue tierra para echar raíces. Las oportunidades de trabajo en la industria de polímeros atrajeron a la familia de Marco Antonio Carvajal Domínguez, desde Nuevo Morelos, cuando él tenía tres años de edad.

 

En La Capilla, Marco estudió los primeros años del bachillerato, se casó y comenzó a laborar en la fábrica donde sus hermanos, su padre y sus vecinos trabajaban.

 

Marco Antonio describe con algo de admiración, aun después de tanto tiempo, que en kilómetro y medio, al interior del complejo industrial, hasta ocho procesos se llevaban a cabo. Todo para crear el génesis de las fibras empleadas por la industria textil en Puebla y el compuesto usado para las botellas de plástico de refresqueras en Estados Unidos y Brasil.

 

La producción se detuvo en 1996, después de malos manejos ocurridos tras la muerte del propietario. Marco estima que 270 trabajadores de confianza y 600 sindicalizados perdieron su empleo.

 

Como ondas expansivas sobre el agua, la desaparición de la compañía alcanzó a todos los habitantes de La Capilla. Bares, restaurantes, negocios de venta y calzado, los abarrotes, se quedaron sin clientes los viernes de quincena. El cambio los arrastró al campo, la albañilería en otros lugares, la migración.

 

“Y la situación de ahí de La Capilla sigue igual. Hay muchos de ahí de la población de La Capilla, hay muchos en Estados Unidos, está todo el pueblo completo allá. Casi el 35 por ciento de los que trabajaban en la empresa se fueron a Estados Unidos”, platica Marco.

 

EL SUEÑO QUE NO FUE

 

Marco Antonio recuerda que el policía que gustaba de hacer la vida imposible a los latinos en Carolina del Norte era afroamericano. Con o sin licencia de conducir, cada hispanohablante que era detenido por ese oficial de tránsito se llevaba una multa.

 

El hostigamiento también era común en sus centros de trabajo, por parte de estadounidenses. Él, en una industria de carpintería para la construcción; su esposa Alicia, en una fábrica de azulejos.

 

Los salarios de ambos sirvieron en alguna ocasión para comprar un curso de inglés en DVD, pues los compañeros de Alicia constantemente la ofendían en ese idioma, sabiendo que no podría contestar.

 

“Desafortunadamente el americano llega y te humilla y uno como no sabe defenderse nomás le queda trabajar. El patrón te ve diferente, pero los compañeros que son americanos pues a veces abusan de ti”.

 

Un día, después de haber discutido amargamente con un estadounidense en su trabajo, Marco Antonio llegó a casa diciéndole a su esposa que ya era tiempo de regresar a México.

 

“Nos dijo que le íbamos a quitar el trabajo, que éramos unos arrastrados para trabajar, por meter tiempo extra”, le dijo a Alicia con mucho pesar. Ella le contestó que esperaran unos meses más, para juntar dinero.

 

En Carolina del Norte, Marco comenzó ganando siete dólares con 50 centavos la hora. En 2007, cuando dejó Estados Unidos, ya ganaba 15 dólares por hora. “Había bastante futuro ahí”, dice.

 

Momentos después viene a su mente que el casero les subía la renta y el pago del agua o la luz a capricho; señala que no pocas veces tuvo que unir fuerzas con la comunidad latina, su iglesia y hasta una organización civil, para vencer las vejaciones.

 

Entonces, comenta que “Trabaja uno mucho más para sobrevivir”.

 

Al regresar a La Capilla, Marco se dio cuenta que en México también se laboraba para la supervivencia. Los 10 años que han pasado desde que volvió a su país de origen, han significado para Marco 10 empleos distintos.

 

VOLVER A EMPEZAR

Unas vacaciones inacabables fueron los primeros meses de Marco Antonio tras regresar a México. Viajó a distintos lugares cumpliendo una ruta de visitas familiares; festejó en grande los quince años de su hija mayor y construyó una casa propia, en La Capilla.

 

El encanto terminó en menos de un año, cuando comenzó a buscar trabajo y descubrió que su experiencia en una industria de polímeros y en varias de construcción, no eran suficientes para un contrato en las compañías que laboraban para Petróleos Mexicanos (Pemex).

 

Las oportunidades desde entonces solo se han abierto en empresas de transporte de carga. Por lo menos cinco empleos, los ha tenido en sitios fuera de la zona centro de Veracruz. Incluso ha tenido que laborar hasta Ciudad del Carmen, en Campeche, para llevar el sustento al hogar.

 

Actualmente, cumple con un horario como chofer de camiones repartidores de una empresa de abarrotes. Al atardecer regresa a casa, con Alicia y sus dos hijos, la pequeña familia que atesora en La Capilla.

 

Varios de sus parientes, continúan en Estados Unidos donde ganan lo que él no ha vuelto a percibir en México. “En nuestro país sube la inflación pero no sube nuestro salario”.

 

Marco considera “loqueras” las decisiones y opiniones que Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, ha emitido en los primeros días de su gobierno. Mientras la tensión aumenta en las relaciones entre ambos países, lamenta que si “Estados Unidos estornuda a México le da gripe”.

 

Como ocurrió con la empresa de polímeros que antaño mantuviera caminando a toda una región, en La Capilla, Marco Antonio considera que México no está bien administrado.

 

“México tiene todo lo que necesita para no pasar escasez. Nuestro país tiene dinero, pero desafortunadamente no lo sabe administrar. Es lo que estoy viviendo yo ahorita”.

con información sinembargo.mx

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