Veracruz, 6 de noviembre de 2016.-Xalapa se ha convertido con los alcaldes atrincherados en un Pueblo Mágico. Súpermágico. Los 400 Pueblos con sus encuerados es una caricatura. Incluida aquella chica de unos 30 años exhibiendo al mundo sus senos exuberantes, altivos, gallardos, palomas dormidas y despiertas, imponentes.
Si en 1923 el general Guadalupe Sánchez tomó la ciudad y el palacio, ahora, los ediles del PAN y PRD, cada uno con sus huestes.
Y como los Pueblos Mágicos tienen un símbolo, el ícono más impresionante de los ediles luchando por la utopía es el siguiente:
Un hombre, vestido todo de negro, “El hombre de negro”, está acostado, dormido, en medio del tráfago en un pasillo. Duerme hasta con una gorra puesta. Pero los pies están descalzos, a la intemperie del vientecito frío de la madrugada, de la lluvia, de la humedad.
Los dedos de los pies están gordos. Gordísimo el dedo de por sí gordo. Son los dedos de los pies acostumbrados a andar descalzos, quizá en el surco.
Y en medio de los dedos la tierra acumulada.
Y la tierra ensortijada entre los dedos que le ha entrado por unos zapatos viejos, rotos, descoloridos, los zapatos pobres y baratos de un hombre jodido, que reposan a un lado de la colchoneta.
Son unos viejos zapatos que parecen de museo de antigüedades. Los cordones, desamarrados, que ya cedieron, solitos, a toda la presión. Algún día fueron de color café. Ahora, de la pintura, diluida, nada queda.
La foto de Yerania Rolón recuerda, por ejemplo, aquella foto que el 3 de octubre de 1968 publicó el Excélsior de Julio Scherer en portada, donde en un rincón de una comisaría hay una fila gigantesca de zapatos. Son los zapatos de los estudiantes de la UNAM que el ejército detuvo para evitar la conspiración internacional en contra de Gustavo Díaz Ordaz, aquel a quien los muchachos dejaron con la mano tendida, tendida la mano de los alcaldes para recibir a Flavino Ríos en el palacio tomado.
LA ESPERANZA DEJÓ DE SER RESIGNACIÓN
Ya van dos fines de semana, hoy, desde que los alcaldes están atrincherados. Pueblo mágico Xalapa, palacio mágico tomado, con gente mágica en la trinchera, se pierde la oportunidad para promover el turismo. Una caminata breve y rápida, incluso, en el palacio, es tanto como bajar al infierno de Dante Alighieri en “La divina comedia”.
La lucha, cierto, para que la Secretaría de Finanzas (SEFIPLAN) les pague los dos mil millones de pesos que les debe, como por ejemplo, al pueblo de Totutla, cuyo alcalde fue ingenioso. Del balcón del primer piso del palacio colgó una sabanita blanca con la siguiente leyenda:
“Nos deben 9,676,647.20 pesos. En pie de lucha por nuestra gente”.
En el 68, en París, los estudiantes inscribieron la siguiente leyenda en las paredes de la Universidad de Nanterre:
“Entre más hago la revolución… más ganas tengo de hacer el amor.
Y entre más hago el amor… más ganas tengo de hacer la revolución”.
En la pared de enfrente había otra leyenda:
“Soñamos lo imposible”.
La lucha de los alcaldes… por la utopía, encarnada, por ejemplo, en una madre acostada sobre dos colchonetas: en una, con su bebé de meses, y en la otra, el hijo de unos 8 años de edad durmiendo “el reposo del guerrero” en las horas vacías.
Algún día el par de hijos contarán su experiencia fascinante y mágica: la toma de palacio…, como si fuera un día de campo en el zoológico. En el parque de “Los acajetes”, jugando en medio de las plantas y los animales. Vivir a la espera con la esperanza, con todo y que Albert Camus decía que la esperanza significa resignación, pues es una virtud teologal.
Cierto. Pero aquí, en el palacio tomado, la esperanza es garra, energía, pasión, coraje social, indignación crónica, flama ardiendo decía José Vasconcelos. Las Adelitas de Pancho Villa. Los campesinos desarrapados de Emiliano Zapata. Los indios yaquis de Miguel Hidalgo.
De París a Xalapa. Y de Xalapa para el mundo con los alcaldes del PAN y PRD, descuartizando más, mucho más, lo que resta de “El chupa-cabras” Javier Duarte, “el insaciable” intituló en una de sus columnas Raymundo Riva Palacio, quien estudiara periodismo en la Universidad de Harvard y fuera corresponsal varios años en Washington.
EL OPTIMISMO SE ALIMENTA JUGANDO A LAS CARTAS
La colega Yerania Rolón caminó en el Pueblo Mágico del palacio atrincherado.
Un hombre flaco, moreno, el pelo desordenado, está sentado sobre una colchoneta. Y en la colchoneta hay cinco celulares que se están cargando. Todos, conectados entre sí. Es el hombre que cuida los celulares de los otros que andan por ahí, en la romería, en la kermesse.
En el baño público de palacio, una mujer panista, quizá una militante perredista de la izquierda desquebrajada que aún vive, hace limpieza y conserva limpia, impecable, reluciente, la estancia y el piso.
En el patio central donde el prófugo de la justicia acostumbraba sus actos públicos, el anafre para guisar la comida colectiva, las cacerolas, una de ellas de color azul, azul intenso, para estar a tono con la ideología, las bolsas con restos de comidas, las Adelitas cocinando para que el movimiento salga lo más barato posible.
En un rincón, 3 hombres son felices. Uno, anciano. Otro, maduro. El otro, joven. Los tres sonríen. Juegan a las cartas. Y las cartas son tendidas sobre dos páginas de un periódico tradicional acomodado en el piso. Es mediodía. El sol se filtra en palacio y cae sobre el primer piso del palacio. El sol calienta los huesos.
SOLITARIO, PERO SOLIDARIO CON LA IDEOLOGÍA
La vida y sus contrastes:
Un joven está tendido boca-bajo sobre su colchoneta. La mirada taciturna, sombría, mira. Los ojos, llenos de preguntas, digamos, al instante vivido. Su razón de estar ahí, en el frente de batalla. Los ojos, profundamente negros. El cabello desgreñado cayendo en la frente. El rostro indígena. La playerita y el pantaloncito del tianguis, colores mexicanos. Todas las noches, luego de pelear, Pancho Villa repartía las botellas de aguardiente entre la tropa. Claro, de una manera moderada. Y luego enseguida, la orquesta de viento para bailar. Pancho Villa no tomaba un solo trago. Era abstemio. Pero bailaba hasta la madrugada, con el mismo furor del combate.
Un hombre viejo, fina estampa de campesino fogueado en el surco, el sombrero de ala cancha de lado como lo usaba “El centauro del norte”, el bigotito recortado, el pelo blanco, la camisa café descolorida, de unos 70, 75 años, sin teléfono celular, ropita de tianguis, es un hombre solitario, pero solidario con la causa.
Callado, mustio, hombre de pocas palabras, como los describe Juan Rulfo en “El llano en llamas”.
En llamas, dice el arzobispado de la Ciudad de México, está el país. En llamas están las tribus del PAN y PRD, aquí, en el Pueblo Mágico.
LA VIDA… POR UNA UTOPÍA
La gente de Atlahuilco permanece junta en la trinchera. Uno al otro se cuida y blindan. Todos, mensajeando. Se carcajean con el videojuego “Corre, Duarte, corre”. Pero también, se comunican. José Saramago describe al hombre de la caverna enlazado con el mundo a través de señales de humo del celular.
La gente de Tlalixcoyan, tirada sobre el piso limpio y pelón de palacio. Quizá en el reparto de los peces y los panes quedaron sin colchoneta.
Sonrientes de estar juntos en la causa, recargados sobre la pared de la secretaría General de Gobierno, están con su alcalde Carlos Alberto Triana.
Pero también, en las noches, se refocilan en la trinchera. Uno al lado del otro por si, digamos, llegaran los policías con tolete y macana a desalojar el palacio. Los policías en el 68 entrando a la UNAM. Los policías de Arturo Bermúdez madreando a los estudiantes de la UV aquella madrugada. Los policías de Bermúdez golpeando a los viejitos pensionados en el parque Ledo.
Todo, claro, es posible.
Hay una señora con la cara redonda. Las facciones duras de quien ha vivido agarrándose a trompadas con la vida. Los ojos, cuchillos filosos, escudriñando al mundo. Un escapulario colgando del pecho para el buen karma. La frente con varios surcos y que expresan los madrazos de la vida decía el abuelo. El ceño fruncido. La ceja arqueada como espadas relucientes, bravías, destellando.
Ternura absoluta: la señora, peso y sobrepeso, alta y gallarda que se mira, descansa los pies “de elefante”, en unas chanclitas de color azul (el PAN) sembradas con estrellas amarrillas (el PRD), firme, inalterable, en la pelea, mientras el mismo día, en otro extremo de la ciudad, Gabriel Deantes Ramos, declarado prófugo de la justicia (ajá) platica en corto con Ricky García Guzmán, el Contralor que fuera de Miguel Alemán y Javier Duarte, y será, camaleón político, con el góber electo.
Pancho Villa pagaba a sus soldados que se iban a la revolución, pero debían dejar unos centavitos a la vieja para el itacate de los niños.
En el filme “El pájaro pintado”, Román Polanski (acusado, por cierto, en Estados Unidos de seducir a una menor) describe el choque de unos ejércitos enfrentados en Polonia.
Es la historia bíblica. Eva tentando al padre Adán. Caín y Abel. Rómulo y Remo. El bien (los alcaldes atrincherados) y el mal (el duartismo y sus abusos y excesos del poder).
Hoy sábado se cumplen 8 días, en que la iglesia celebra a Zacarías, digo, sin doble sentido.
La vida por una utopía. Simple y llanamente, que la SEFIPLAN pague los dos mil millones de pesos a los ediles. “En pie de lucha por nuestra gente” inscribió el alcalde de Totutla en su bambalina.