Por: Pablo Ferri
A Xavier Olea le gusta comparar su trabajo con los procesos fisiológicos del cuerpo humano. El fiscal del Estado de Guerrero, la región más violenta de México, dice por ejemplo que “las arterias” de la fiscalía “están muy tapadas”. O que “hay mucha grasa en la coronaria”. O que sus intentos por erradicar la corrupción de la institución son una “operación a corazón abierto”.
Abogado penalista, gestor de un inquietante tono de voz que un segundo cae en el susurro y al siguiente es capaz de resucitar a un muerto, Olea recibe a EL PAÍS cuando cumple un año y tres meses al frente de la agencia investigadora.
El fiscal reconoce que la situación es muy delicada. Dice que con los medios de que dispone, es imposible plantarle cara a la delincuencia. Con 400 policías ministeriales para todo el estado, Olea reconoce: “No tengo la capacidad humanitaria para enfrentar al crimen organizado”.
Olea repasa las cifras delictivas del 2016, recogidas por la propia fiscalía, que muestran que los asesinatos aumentaron en Guerrero, pasando de 2.016 en el año 2015 a 2.213 en 2016, rayando niveles del fatídico ejercicio de 2012. También creció el número de extorsiones y los robos violentos. Otros delitos, como el secuestro, se mantuvieron en niveles de 2015.
El fiscal inicia la conversación hablando de grasa y arterias coronarias: la corrupción.
“En Guerrero no se ejecutaban órdenes de aprehensión. Solo si la víctima del delito hacía un regalo. Y ahora llevamos más de 2.000. Tampoco se tomaban interés por los secuestros. Y ahora llevamos capturados 868 gentes. Hemos liberado a más de 90 personas. Y hemos desarticulado más de 33 bandas”.
PREGUNTA: Y sin embargo, de 2015 a 2016 se mantuvo la incidencia de este delito.
RESPUESTA: Sí, pero antes no se resolvían. Ahora se resuelve el 80%
P: Vamos a un caso no resuelto, el de los jinetes de Morelos. ¿Qué ha pasado?
El caso de los jinetes acaparó la atención de los medios hace mes y medio en México. Un grupo de siete jinetes y la mujer de uno de ellos desaparecieron en Guerrero cuando iban camino de una feria de charrería. Un foso, un toro, un jinete y la habilidad para no caerse del lomo de la bestia. Iban camino de la feria y alguien se los llevó. No han aparecido.
R: A ver, ellos salieron de Cuautla, pasan a Cuernavaca, luego van a Taxco y luego van a Iguala, [Guerrero]. Ojo, traen placas de Morelos. Suben hacia la sierra. Ahí hay grupos delincuenciales del Señor de la I. Hay mucha amapola.
P: ¿Quién es él?
R: Se llama Isaac. Tiene el control en esa zona. Controla una banda desde la parte baja de la sierra.
Entonces, al ir a su evento seguramente los confundieron. Y creyeron que eran personas del Carrete, que opera en la parte norte del estado de Guerrero y que ahora, presumiblemente, opera también en Morelos.
Ahí pudo haber existido una confusión. Eso o que algunos de estos jinetes tuviera alguna relación con el crimen organizado… Los estamos buscando. Precisamente vengo de una reunión y creemos que podemos localizarlos. Vivos o muertos, lamentablemente.
El fiscal vuelve a la carga con los logros del año pasado. Ahora, la extorsión. Dice que se redujeron los casos, aunque de acuerdo a los datos que la fiscalía envió al Gobierno federal, aumentaron.
“Creo que logré hacer sentir a los extorsionadores que yo le estaba cayendo a la extorsión”.
P: Pero la extorsión aumentó bastante.
R: Se ha reducido. Yo tengo que tomar los números que yo tengo.
P: Pero los números que maneja el Gobierno federal, ¿no vienen de ustedes?
R: No. Es decir, yo saco mi estadística y es una estadística nacional, con la que muchas veces no estoy de acuerdo. Cuando el gobernador [Héctor] Astudillo asumió la legislatura, nada más en Acapulco había entre 14 y 15 homicidios diarios, hoy tenemos 2.2 de media.
P: Pero entonces usted, ¿está en desacuerdo con el conteo en general, solo en materia de extorsión o cómo? Si no, ¿qué números maneja usted? Según sus propios datos han crecido la mayoría de delitos.
R: ¡Pero en todo el país!
P: Bueno, pero a usted supongo que le importa lo que pasa aquí.
R: Aquí pudo haber subido, pero están resueltos. Es a lo que voy. Por ejemplo, hay 1.000 secuestros, pero se resuelven 800.
P: Bueno, y de los más de 2.200 homicidios dolosos de 2016, ¿cuántos se han resuelto?
R: De esos, poco más del 60%
En los primeros dos meses del año, la violencia arrecia. En febrero hubo más asesinatos que en el mismo periodo del año anterior. En marzo parece que la situación no cambiará. Uno de los primeros asesinatos del mes fue el de Cecilio Pineda, el primero de los tres reporteros ejecutados en marzo en México.
P: Un caso que quería tocar, el de Cecilio Pineda.
R: Sabemos quién lo mató. Cecilio había tenido un par de atentados. No es tan fácil detener a ciertas personas. Sabemos quiénes son los autores intelectuales. Se está investigando quienes fueron los materiales, que fueron dos. Pero la gente no coopera en decir cómo ocurrieron los hechos.
Pocas horas antes de morir, Pineda subió un video a su cuenta de Facebook en que criticaba al Gobierno del estado por no haber detenido a uno de los delincuentes más célebres de la entidad, El Tequilero. Autor de secuestros masivos en el estado, El Tequilero, según Olea, se esconde en la sierra. Y es difícil dar con él. Pineda decía que no lo agarraban porque no querían. A las dos horas le tirotearon en un lavadero de coches.
El Tequilero es uno de los grandes quebraderos de cabeza del fiscal. Hace unos meses acudió a sus dominios, el pueblo de San Miguel Totolapan. Abrazado a un grupo de vecinos que le contaban las penurias que les hacía pasar, Olea dijo: “La intención no es detenerle, vamos a acabar con el (…) Le damos pa’bajo”.
“Es un personaje que se ha publicitado a los cuatro vientos. ¡Y me han atacado por atacar a un delincuente!”
P: Bueno, pero es que usted dijo que ‘lo vamos a dar pa’bajo’
R: Claro, hay que bajarlo. El señor está ahí arriba, el señor nos ve.
P: Usted dijo ‘lo vamos a dar pa’bajo’, ¡usted sugirió que lo iban a matar!
R: El señor está en la sierra, hay que bajarlo.
A eso, dice, se refería, a bajarlo de la sierra.
El diputado Beltrán
El fiscal tocó otros temas: la pelea encarnizada por las rutas del opio entre dos bandas criminales, Los Ardillos y Los Rojos; la tranquilidad que se respira en Iguala, el pueblo donde desaparecieron los 43 estudiantes de magisterio en 2014 y por último, también, el caso del diputado local Saúl Beltrán. La fiscalía acusa al diputado de asesinato. Los medios, de ser compadre de El Tequilero. En un ejemplo de la podredumbre del sistema, un agente local de la fiscalía y una juez pusieron en peligro el proceso, saltándose un paso primordial para proceder a la detención de Beltrán.
Olea dice que por presiones del crimen organizado. “Pero tendrían que haber informado a sus superiores”, lamenta.
P: Y en este caso tan sensible, ¿no tendría que haber estado la fiscalía más encima para evitar poner en peligro el proceso?
R: Pero ¿encima de qué? Si no teníamos conocimiento de la existencia de esa denuncia. ¡ [El agente] la escondió en el escritorio! Si no, la hubiera concentrado en otro lugar, Chilpancingo, Iguala. Yo me entero de la orden de aprehensión cuando llega a la coordinación de la policía ministerial y el coordinador me la lleva a mí. Y me dice, vea.
La charla continuó largo rato. Olea, tranquilo, solo se levantó para decirle a sus asistente que avisara al juez –un juez– para ir a comer.
con información de internacional.elpais.com