Luis Velázquez /Barandal
26 de marzo de 2018
ESCALERAS: Dos hombres suben las escalerillas al avión presidencial. El presidente, adelante. Atrás, siete escalones abajo, el gobernador.
Los dos caminan como los inditos. El marido por delante y la mujer atrás. Pero en el caso, simple y llanamente, se reproduce la liturgia política. Enrique Peña Nieto es el jefe máximo de la nación. Miguel Ángel Yunes Linares, el mandamás en una entidad federativa, Veracruz.
El presidente camina, parece, a paso apresurado. El gobernador, despacio.
Peña Nieto, con las manos en libertad. Yunes, con el saco del traje en el brazo izquierdo.
Es el jueves 22 de marzo, luego de que Peña Nieto presidiera dos eventos. Uno, en Boca del Río. Y otro, en Misantla.
El presidente regresa a la Ciudad de México, el altiplano, la metrópoli más grande del planeta, la sede de los tres poderes. La antigua Tenochtitlán.
Y a primera vista, le da “el aventón” al gobernador, con todo y que el Yunes azul tiene, claro, el avión del Gobierno del Estado a sus órdenes.
PASAMANOS: El presidente es un político de señales. Señales crípticas. Señales subliminales. Mensajes, en corto, derecho, derechito a la yugular.
Político de rituales. Amante de la liturgia, dice el politólogo Carlos Ronzón Verónica.
El súper abrazo a Anilú Ingram fue su destape como candidata pluri a diputada federal, así haya quedado en sexto lugar.
Años atrás, cuando inaugurara una carretera en Coatepec, y le pusieran un automóvil para manejar, cálculo político, desde la Ciudad de México se trajo a “El checo Pérez”, y lo puso de copiloto, en tanto a Javier Duarte, el político preso en el Reclusorio Norte, lo enviaba a la parte trasera.
El dinerito fresco (900 millones de pesos) a Javier Corral, el góber de Chihuahua, luego de su caminata a la Ciudad de México para que días después la Procuraduría General de la República, PGR, exoneró a César Duarte.
Por eso, más atrás del “aventón” de Peña Nieto a Yunes, expresa, de entrada, la buena vibra, el mejor karma, el vaso comunicante entre los dos con el mismo objetivo, como es descarrillar (hasta donde sea posible) a AMLO en la carrera presidencial.
Incluso, con todo y que se mantiene de puntero.
Ningún gobernador en funciones, ni priista ni panista ni perredista, por ejemplo, ha sido tan sangriento con Andrés Manuel López Obrador como Yunes, político combustible, de fuego y con fuego, genes, vísceras.
CASCAJO: Peña Nieto, feliz con Yunes.
Es más: el mismo fuego de Yunes contra AMLO ya fue asumido por Los Pinos.
El miércoles 21, AMLO compareció más de hora y medio en Milenio TV con 7 reporteros y escritores. Y “El peje” reiteró su línea. No, a la reforma energética. No, a la reforma educativa. No, al nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Masacres cometidas por las fuerzas armadas.
Unas horas después, Peña Nieto en Veracruz. En su discurso, Yunes tronó de nuevo contra AMLO. Es un fantasioso, le dijo ahora.
Pero ese mismo día, en la tarde, y en los días siguientes, jueves 22 y viernes 23, varios Secretarios de Estado se lanzaron contra el tabasqueño.
Desde los secretarios de la Defensa Nacional y Marina hasta el de Comunicaciones y Transportes y de Educación Pública, y el vocero, entre otros.
Y en contraparte, ningún gobernador, tampoco los candidatos priistas a gobernador.
Sólo Yunes.
Por eso la deferencia del “aventón” en la nave presidencial de Peña Nieto a Yunes.
RODAPIÉ: Muchas más cositas y estrategias y acuerdos y pactos habrían establecido el presidente y el gobernador en el vuelo de Veracruz a la Ciudad de México.
Desde luego, nadie puede omitir que por razón natural existe una hinopsis presidencial.
El presidente, como Hamelin con su poder de seducción.
Y más en el caso de los políticos, a quienes más, mucho allá, digamos, de las mujeres, el poder público les fascina por completo.
El presidente de la república, ya se sabe, es el tlatoani, el tótem, el gurú.
Pero de igual manera, si Peña Nieto es un seductor, también Yunes, en la inteligencia, claro, de que Yunes fue priista durante más de treinta años y fue educado y formado en la vieja y antigua cultura tricolor de la sumisión al presidente de la república en turno.
En todo caso, serían, digamos, Justin Trudeau ante Donald Trump, Donald Trump ante Vladimir Putin, Putin ante Xi, el presidente de China recién reelegido hasta su muerte.
En el tú por tú, Peña Nieto y Yunes muchos secretos de Estado habrían conversado, quizá acordado, entre ellos, la sucesión presidencial y la sucesión del gobernador en Veracruz, digamos, ahora cuando AMLO grita que en la tierra jarocha se mantiene como puntero por encima del resto del país.
POSTES: El Yunes azul es un jugador político. Juega en varios escenarios:
En Veracruz, la candidatura de su hijo.
En el CEN del PAN, adueñarse de las neuronas del candidato presidencial, Ricardo Anaya, más arriba incluso, de Javier Corral, el gobernador de Chihuahua, y de Jorge Germán Castañeda.
En Los Pinos, la alianza con Peña Nieto en contra de AMLO.
En la cancha local, la cárcel para mayor número de duartistas.
En los ocho meses que le restan, seguir acalambrando a Fidel Herrera Beltrán con la amenaza de que duerma en el penal de Pacho Viejo.
Y desde luego, su futuro político luego de dejar la gubernatura:
A: Si Ricardo Anaya gana Los Pinos, su inclusión en el gabinete legal federal.
B: Si gana AMLO, su impunidad.
C: Y si ganara Cuitláhuac García, más aún.