- Los Pinos, en la mira
Por: Luis Velázquez
Veracruz, México.- Yunes es Yunes. Bragado, peleador callejero en el ring político, fajador de cantina. Y como gobernador, en ningún momento cambiará. Incluso, está echado para adelante. Una parte de su elite panista ya lo mira como candidato presidencial en el año 2018. Más todavía: un hijo de alcalde jarocho y el otro sucesor en la silla embrujada de Xalapa. La dinastía Yunes, versión jarocha de la dinastía Kennedy.
Igual que Fidel Herrera, igual que Fernando Gutiérrez Barrios, también sueña con Los Pinos. Y según versiones, ya se la creyó.
Por eso, entre otras cositas, la despiadada carnicería en contra de Javier Duarte, Fidel Herrera y Miguel Alemán. Jugando, digamos, a las grandes ligas del altiplano.
Más todavía: si el medio es el mensaje, entonces, su cabildeo político está en la pasarela mediática de la Ciudad de México. Noticieros de televisión y radio y prensa escrita, a sus órdenes, atrás del objetivo.
Y el objetivo es uno solo: sacar ventaja a Ricardo Anaya, Rafael Moreno Valle, Ernesto Ruffo y Margarita Zavala en la carrera presidencial y quedarse con la pelota.
En todo caso, si perdiera ganaría, porque podría, digamos, abonar el surco para que en caso de que el PAN regresara a Los Pinos, él mismo se quedará con la secretaría de Gobernación, igual que Gutiérrez Barrios a quien apodaba “El jaranero” por su repentina afición al paliacate rojo en el cuello.
Así, y desde la aldea global, el Yunes azul retrata un Veracruz turbulento y saqueado, pero además, con delitos de lesa humanidad, en que él, igual que Donald Trump en Estados Unidos, se ha convertido, como dice “El País”, en “un redentor de todos los males”.
El político providencial que, por ejemplo, “devolverá al pueblo la luz robada por la codicia de las elites”, sus antecesores.
El fogoso azul que está luchando contra los males del mundo como la corrupción y el latrocinio y en contra de todos aquellos “succionadores que no tienen llenadera”.
Y que por añadidura, avasallante, impetuoso, atronador, como Robin Hood, mejor dicho, como “Chucho El roto”, obligará a sus antecesores “a devolver el dinero robado”, y lo entregará, mejor dicho, ya lo está entregando, al pueblo.
Así, tejiendo fino construye su posible candidatura presidencial.
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Pero entre la utopía y el sueño aterrizado hay una franja indivisible.
Un panista lo delinea de la siguiente manera:
Ricardo Anaya, presidente del CEN del PAN, dice, “es un chamaquito pendejo”. Protagónico, se cree la octava maravilla del mundo.
Y sin experiencia en la administración pública, sin fogueo en el frente y en el centro y en la retaguardia de la batalla política, sin lealtades y más por su fama de traidor, Gustavo Madero el penúltimo, mesiánico, el Yunes azul se lo está tragando.
Famosa, por ejemplo, la foto donde en los 18 días de la toma de palacio en Xalapa por los alcaldes panistas y perredistas, Ricardo Anaya finge dormir tirado en el suelo sobre una colchoneta con los lentes puestos, mientras el alcalde boqueño vela, ajá, su sueño.
Simple ridiculez. Reality-show.
Rafael Moreno Valle es el gobernador saliente de Puebla. La profe Elba Esther Gordillo, a quien los dos traicionaron, fortaleció la amistad entre ambos, como aquella foto publicada en Reforma, los tres acaramelados, cada uno en su mundo.
Según el panista de marras, Yunes tiene mucha mayor experiencia política y ligas y amarres que el poblano, y en tanto Moreno quedará pronto sin pasarela, Yunes se adueñará de la CONAGO y por añadidura del escenario nacional a través de su cabildeo político y mediático.
Por eso, incluso, su rafagueo al secretario de Hacienda y Crédito Público y su alianza expresa y manifiesta con el secretario de Gobernación.
En la lid, Ernesto Ruffo, se asegura, es un ingenuo. Ya tuvo su pedazo de gloria cuando se convirtiera en el primer panista en ganar la elección de una gubernatura.
Ahora, su tiempo ha pasado.
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A primera vista, Margarita Zavala es la adversaria a vencer. Yunes, por ejemplo, debe su más alto cargo público federal (director del ISSSTE) a su esposo, Felipe Calderón, el presidente que envió los militares a la calle con un saldo, a la fecha, de más de cien mil muertos y treinta mil desaparecidos.
También, claro, le debe la candidatura panista a gobernador en el año 2010 en que fue derrotado por la dupla Javier Duarte y Fidel Herrera.
Pero Yunes es un político, como la mayoría exitosa, cien por ciento pragmático, tipo Joseph Fouché. Lo que fue, fue. Y antes como antes y ahora como ahora.
Y ahora es la era Yunes. El trono imperial. La monarquía. El papado civil. El nuevo tlatoani.
Y si el fogoso rojo soñó con Los Pinos, y Gutiérrez Barrios de igual manera, entonces, lo decía “El che” Guevara, el fogoso azul ha de soñar con lo imposible.
Y si hace dos años, Donald Trump era “un estrafalario constructor y showman televisivo y hoy el 45º. Presidente de Estados Unidos”, Yunes ya tiene en su santuario interior a sus nuevos santos laicos, Antonio López de Santa Anna, Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines.
Toda su vida, Miguel Ángel Yunes Linares ha jugado con fuego. En el filo de la navaja. En la orilla del precipicio. Así, la vida le ha funcionado.
Ya es gobernador. Pero sueña con la presidencia de la república. Por eso su exhibición defeña. Y aun cuando, digamos, la sombra de Margarita Zavala fuera pesada y le persiguiera, “París bien vale una misa” como decía Hemingway.
Los suyos ya le llaman presidente.